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Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
4 participantes
Detective Conan: La Organización Negra, todo sobre ellos. :: El edificio principal de la Organización :: Biblioteca negra
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Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Voy a abrir un fic de DC.
Pretendo hacer un fic que vaya de más o menos ahora hasta la caída de todo. Con un bonito final feliz y todo eso. Será RanxShinichi, pero aún así, Haibara tendrá un final muy digno, porque la aprecio muchísimo.
Aquí vamos con el primer capi:
*************************************
Capítulo 1: Una extraña citación
Queridos inspectores,
Ésta será nuestra última cita. Esta vez robaré el tiempo del primer detective japonés, cuando aparezca el carro de fuego y desaparezcan nuestros nombres el día de Diana en la cumbre de la información.
El mago de la luna plateada
El inspector Megure nos enseñó la carta. Era un aviso de Kaito Kid. Y era realmente extraño, nada habitual.
- Creemos que se refiere a ti, Kogoro.
Megure y Takagui se habían presentado en la agencia de detectives Mouri con esa carta.
- Necesitamos tu ayuda. El departamento de robos ha accedido a tu presencia si así puedes ayudar a capturarlo… Nos ha costado mucho que Nakamori te dejase, pero está ansioso por pillarlo, cueste lo que cueste. – Dijo Megure, serio.
- ¡No se preocupe inspector! El gran detective Kogoro Mouri atrapará a ese ladrón de poca monta. ¡Muajajajajaja!!! – Chilló el detective, nada humilde, con la lengua fuera y mirando al techo.
- Sí, claro. – Dijo Megure, dándole largas. – Pero ahora mismo lo más importante es averiguar lo que significa ese mensaje.
- ¿Qué? Claro. Bueno… Lo de la última cita… ¿Cree que sólo actuará esta vez y luego desaparecerá?
- Eso es lo que cree Nakamori, por eso está tan nervioso, y por eso acepta su ayuda. ¿Y bien? Se te ocurre algo sobre lo que significa, ¿Mouri?
- ¿Hay alguna joya u obra de arte que esté relacionada con el tiempo, los misterios o los detectives? – Preguntó repentinamente serio e interesado.
- No que sepamos, y parece que no es ninguna colección privada.
- Entonces… En la cumbre de la información…
- ¿Sí, Kogoro? – Dijo ilusionado el inspector
- Puede que se refiera a una torre de teléfono, en esas que también pasa la línea de Internet. – Dijo con soltura Kogoro.
- Kogoro… - Dijo cabreado Megure. – Pensaba que te lo tomabas en serio.
- Lo siento, inspector. Es que no se me ocurre nada.
- Claro, Kogoro… - Dijo decepcionado. – Aún así, te dejamos el número de Nakamori para que hables con él. Adiós, Kogoro.
- Adiós, señor inspector.
Se marcharon. Yo cogí la nota y me la miré. Era extraña. Pero lo más extraño de todo era que me citaba a mí, para hablar. Sí. El primer detective japonés era yo. No, no era orgullo, claro. La clave era primer. Ichi significaba uno, cuando decía el primer detective, se refería a Shinichi. Después había un remolino confuso. Había varias partes: carro de fuego, desparezcan nuestros nombres, el día de Diana… y la cumbre de la información. El cuándo indicaba el tiempo, pero no indicaba el lugar. El carro de fuego hace referencia al sol. Desaparezcan nuestros nombres… ¿Los nombres de quiénes? Los nuestros. De nosotros. ¡Claro! Los nombres de todos nosotros. De los japoneses. Claro. Japón estaba escrito con los kanjis del sol y el nuestro era el país del sol naciente. Pero el texto decía que era cuando desapareciese. Hablaba de una puesta de sol. El día de Diana todavía no lo había resuelto. La cumbre de la información era, sin duda, el lugar. Un lugar elevado. En lo alto del edificio de Nichiuri TV. El día de Diana. Era un nombre extranjero que se podía referir a muchas cosas. ¿Debería buscar en un calendario occidental cuando es santa Diana? No concuerda con Kid. No, Diana y Apolo. Los gemelos divinos. Según la mitología romana, eran hermanos y mientras que Apolo era identificado con el sol, Diana era identificada con la luna. Entonces sería al anochecer, cuando la luna sea visible, pero… El día de Diana, de la luna era en luna llena, ¿no? Además, extrañamente el festival del culto a Diana era el 11 de agosto que este año era plenilunio. Esta es nuestra cita.
- ¡Tío Kogoro! – Le llamé. – Es una nota muy rara, ¿no?
- Y tú que sabrás, ¿crío? Deja esto a los profesionales. – Exclamó mientras extendía el brazo como un zarpazo pero yo lo esquivaba con la nota en las manos.
- Ya, pero tío Kogoro… Mira esto.
- ¿El qué? – Dijo mosqueado.
- El carro de fuego… ¿Tú crees que puede ser el sol? ¿Y la cumbre de la información? ¿Qué debe ser?
- El sol, ¿eh? Puede… - Dijo rascándose la barbilla. – La cumbre… Quizás es la Torre de Tokyo.
“Este tío es estúpido” Pensé.
- No, tío Kogoro, la Torre de Tokyo es roja. Y destacaría muchísimo una figura blanca, ¿no? Porque siempre aparece de noche.
- Idiota, la Torre de Tokyo también es blanca. Pero es verdad… Siempre aparece de noche. ¿Entonces por qué habla del sol? Siendo Kaito Kid… siempre aparece las noches de luna llena, ¿no? ¿Entonces?
“Vamos Kogoro, tú puedes.”
- Tienes razón, tío Kogoro, quizás con lo del sol quiere decirnos a qué hora aparecerá.
- Sí… Eso significa que aparecerá antes de que amanezca.
“Definitivamente es idiota, pero ya me va bien.”
- ¡Qué listo que eres, tío Kogoro! – Él se empezó a poner colorado. - ¡Corre! ¡Llama al inspector Nakamori para avisarlo!
- Claro, ¡porque soy el mejor detective del mundo! – Le entregué deprisa el teléfono y la tarjeta con el número, luego me marché a pasear, no aguantaba como fardaría Kogoro en las próximas tres horas.
Pretendo hacer un fic que vaya de más o menos ahora hasta la caída de todo. Con un bonito final feliz y todo eso. Será RanxShinichi, pero aún así, Haibara tendrá un final muy digno, porque la aprecio muchísimo.
Aquí vamos con el primer capi:
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Capítulo 1: Una extraña citación
Queridos inspectores,
Ésta será nuestra última cita. Esta vez robaré el tiempo del primer detective japonés, cuando aparezca el carro de fuego y desaparezcan nuestros nombres el día de Diana en la cumbre de la información.
El mago de la luna plateada
El inspector Megure nos enseñó la carta. Era un aviso de Kaito Kid. Y era realmente extraño, nada habitual.
- Creemos que se refiere a ti, Kogoro.
Megure y Takagui se habían presentado en la agencia de detectives Mouri con esa carta.
- Necesitamos tu ayuda. El departamento de robos ha accedido a tu presencia si así puedes ayudar a capturarlo… Nos ha costado mucho que Nakamori te dejase, pero está ansioso por pillarlo, cueste lo que cueste. – Dijo Megure, serio.
- ¡No se preocupe inspector! El gran detective Kogoro Mouri atrapará a ese ladrón de poca monta. ¡Muajajajajaja!!! – Chilló el detective, nada humilde, con la lengua fuera y mirando al techo.
- Sí, claro. – Dijo Megure, dándole largas. – Pero ahora mismo lo más importante es averiguar lo que significa ese mensaje.
- ¿Qué? Claro. Bueno… Lo de la última cita… ¿Cree que sólo actuará esta vez y luego desaparecerá?
- Eso es lo que cree Nakamori, por eso está tan nervioso, y por eso acepta su ayuda. ¿Y bien? Se te ocurre algo sobre lo que significa, ¿Mouri?
- ¿Hay alguna joya u obra de arte que esté relacionada con el tiempo, los misterios o los detectives? – Preguntó repentinamente serio e interesado.
- No que sepamos, y parece que no es ninguna colección privada.
- Entonces… En la cumbre de la información…
- ¿Sí, Kogoro? – Dijo ilusionado el inspector
- Puede que se refiera a una torre de teléfono, en esas que también pasa la línea de Internet. – Dijo con soltura Kogoro.
- Kogoro… - Dijo cabreado Megure. – Pensaba que te lo tomabas en serio.
- Lo siento, inspector. Es que no se me ocurre nada.
- Claro, Kogoro… - Dijo decepcionado. – Aún así, te dejamos el número de Nakamori para que hables con él. Adiós, Kogoro.
- Adiós, señor inspector.
Se marcharon. Yo cogí la nota y me la miré. Era extraña. Pero lo más extraño de todo era que me citaba a mí, para hablar. Sí. El primer detective japonés era yo. No, no era orgullo, claro. La clave era primer. Ichi significaba uno, cuando decía el primer detective, se refería a Shinichi. Después había un remolino confuso. Había varias partes: carro de fuego, desparezcan nuestros nombres, el día de Diana… y la cumbre de la información. El cuándo indicaba el tiempo, pero no indicaba el lugar. El carro de fuego hace referencia al sol. Desaparezcan nuestros nombres… ¿Los nombres de quiénes? Los nuestros. De nosotros. ¡Claro! Los nombres de todos nosotros. De los japoneses. Claro. Japón estaba escrito con los kanjis del sol y el nuestro era el país del sol naciente. Pero el texto decía que era cuando desapareciese. Hablaba de una puesta de sol. El día de Diana todavía no lo había resuelto. La cumbre de la información era, sin duda, el lugar. Un lugar elevado. En lo alto del edificio de Nichiuri TV. El día de Diana. Era un nombre extranjero que se podía referir a muchas cosas. ¿Debería buscar en un calendario occidental cuando es santa Diana? No concuerda con Kid. No, Diana y Apolo. Los gemelos divinos. Según la mitología romana, eran hermanos y mientras que Apolo era identificado con el sol, Diana era identificada con la luna. Entonces sería al anochecer, cuando la luna sea visible, pero… El día de Diana, de la luna era en luna llena, ¿no? Además, extrañamente el festival del culto a Diana era el 11 de agosto que este año era plenilunio. Esta es nuestra cita.
- ¡Tío Kogoro! – Le llamé. – Es una nota muy rara, ¿no?
- Y tú que sabrás, ¿crío? Deja esto a los profesionales. – Exclamó mientras extendía el brazo como un zarpazo pero yo lo esquivaba con la nota en las manos.
- Ya, pero tío Kogoro… Mira esto.
- ¿El qué? – Dijo mosqueado.
- El carro de fuego… ¿Tú crees que puede ser el sol? ¿Y la cumbre de la información? ¿Qué debe ser?
- El sol, ¿eh? Puede… - Dijo rascándose la barbilla. – La cumbre… Quizás es la Torre de Tokyo.
“Este tío es estúpido” Pensé.
- No, tío Kogoro, la Torre de Tokyo es roja. Y destacaría muchísimo una figura blanca, ¿no? Porque siempre aparece de noche.
- Idiota, la Torre de Tokyo también es blanca. Pero es verdad… Siempre aparece de noche. ¿Entonces por qué habla del sol? Siendo Kaito Kid… siempre aparece las noches de luna llena, ¿no? ¿Entonces?
“Vamos Kogoro, tú puedes.”
- Tienes razón, tío Kogoro, quizás con lo del sol quiere decirnos a qué hora aparecerá.
- Sí… Eso significa que aparecerá antes de que amanezca.
“Definitivamente es idiota, pero ya me va bien.”
- ¡Qué listo que eres, tío Kogoro! – Él se empezó a poner colorado. - ¡Corre! ¡Llama al inspector Nakamori para avisarlo!
- Claro, ¡porque soy el mejor detective del mundo! – Le entregué deprisa el teléfono y la tarjeta con el número, luego me marché a pasear, no aguantaba como fardaría Kogoro en las próximas tres horas.
Everglo- Necesario para la organización
- Mensajes : 1061
Reputación : 1
Fecha de inscripción : 30/12/2011
Edad : 33
Localización : En alguna misión para la Organización
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Empiezas bien!
Continua!
PD: Espero que el final de Haibara sea tan digno como ella
Continua!
PD: Espero que el final de Haibara sea tan digno como ella
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
¡DIOS MÍO!!!!!!!
¡Una respuesta!!!!!!! Snif, snif... Estoy tan emocionada...
(Ey, chicos. 27 vistos y sólo un comentario. Estáis en mi lista negra. No cuesta nada darle a ese botoncito tan mono que está al lado de Gin y que pone Reply. Aviso de antemano, el tercer capítulo será un especial Kid. Y tiene unas partes de comedia buenísimas y una pizca de romance especial para la tropa ASATBDC. No me falléis, si nadie más da señales de vida, me presentaré en vuestras casas por la noche. Y en el post de las ASATBDC podéis ver algunas de las cosas que os haré.Natu, túi que eres el spamero oficial, pierdes una oportunidad así...)
Muchas gracias, Orujo. Gracias de verdad. ^^
******************************
Capítulo 2 El encuentro con el mago
Esta noche era la del encuentro con Kid y mi cabeza todavía intentaba averiguar sus motivos. Kogoro se había puesto en contacto con Nakamori, que había averiguado la ubicación. Ahora estaban en el edificio, pero habían clausurado todos los ascensores y a partir de la decimotercera planta era territorio de los policías. Había controles y guardias pero la gente estaba muy relajada, todavía faltaban muchas horas para que apareciese. Según ellos, claro. Convencí a Ran para que fuésemos a entregarle la comida a Kogoro y ya de paso vigilar que no se tomase ninguna cerveza, pues tenía faena. Nos colamos sin problema al decir quiénes éramos y fuimos escoltados hasta una antesala, donde también había una chica, de la edad de Ran y muy parecida a ella. Pronto salieron Kogoro y el inspector Nakamori y la chica se acercó a éste.
– Papá, ¡mucha suerte! – Dijo la chica, a la vez que Ran dirigía unas palabras similares a Kogoro. - ¡No tienes porqué preocuparte, ese ladrón es tuyo!
– Gracias hija, pero… - El inspector se interrumpió cuando su hija se dirigió a Kogoro.
– ¡Usted no se interponga en el camino de mi padre! ¡Él atrapará a Kaito Kid!
Ran y yo intervenimos antes de que se caldeara demasiado el ambiente, separamos las familias y le dejamos la comida casera en brazos. Como siempre, Ran había preparado mucho, porque estaba preocupada por su padre. Ella se quedó hablando con él y yo me escabullí silenciosamente, el sol se estaba poniendo y como cualquier caballero, yo era puntualísimo. Aunque midiese la mitad que un adulto. Llegué a la parte más alta justo a tiempo. La azotea tenía unas vistas preciosas, pero justo en el borde una figura blanca me tapaba el paisaje. El sol era ya menos que una uña y el azul pálida grisáceo era hermoso y estaba acompañado de un viento frío.
– Te has adelantado, debía salir la luna antes. – Dije para hacer notar mi presencia.
– Lo siento pequeño detective, no podía perderme la puesta de sol.
– Kid. – Dije invitándolo a continuar hablando.
– Kudo. – Dijo Kid, repitiendo lo mismo que yo. – Ya no seré más Kaito Kid, lo dejo. Ahora sólo seré Kaito… Kaito Kuroba. – Me había dado su nombre, la cuestión era el porqué. ¿Y porqué dejaría el ser ladrón?
– ¿Temes que te capture y prefieres retirarte? – Pregunté, jugando y tanteando.
– No, detective… He venido a despedirme. Y a pedirte un favor.
– ¿Un favor? – Me sorprendí.
– Sí, me lo debes. Por lo del tren.
– Oe, oe… - Dije. – No te descubrí ante la policía, ¡hombre!
– ¡Ese tío tenía una bomba e hizo explotarlo todo!!! Sin mi ala delta no habría sobrevivido. – Me callé. – Por eso he decidido dejarlo. ¿Sabes por qué me metí en esto?
– No.
– Porque unos hombres asesinaron a mi padre cuando robó una joya. Se ve que existe una leyenda… Dicen que en una de esas grandes joyas está Pandora. Dicen que al mirarla a la luz de la luna se puede saber si es la joya correcta si emite un brillo rojizo. También cuentan que cuando se acerque el cometa Volley, se ofrece a la luna Pandora, caerán lágrimas. Beberlas proporcionará la juventud eterna. O la inmortalidad. – Acabó Kid, totalmente serio.
Esas palabras me trajeron recuerdos horriblemente nítidos. “¿Tus padres también investigaban drogas y venenos? ¿De qué se trataba?” Dije yo a Haibara, después de lo de Itakura. “De una droga capaz de resucitar a los muertos…” eso es lo que me respondió ella, pero me lo tomé en broma. “¿Y si….? ¿Y si era verdad? ¿Y si buscaban la juventud eterna y revivir a los muertos? La APTXN 4869 encajaba con lo de la juventud eterna. Además… En el diario de Itakura había una frase espeluznante, de Vermouth, sin duda: Podemos ser tanto Dios como el diablo, porque intentamos revivir a los muertos contra el paso del tiempo. Sí, la Organización estaba también detrás de aquello y eso me ayudaba a entender un poco mejor sus objetivos.”
– Lo entiendes, ¿no? La gente que tú persigues y que yo persigo es la misma. Pero son demasiado peligrosos, no puedo seguir en este juego de venganza, por eso quiero que tú te vengues por mí. Eso es lo que quiero pedirte.
– Lo haré, no lo dudes, pero… Ése no es el único motivo por el que desapareces, ¿verdad?
– No, claro que no. – Me dijo con una sonrisa triste. – Hará dos semanas encontré una carta de mi padre, para mí. En ella me pedía que viviese, que fuese feliz, que me casase con una chica bonita y que me amase… Pero sobre todo que viviese por encima de todo. Estaba firmada poco antes de su muerte. – Dijo sombrío. – Creo que se burló de esa gente expresamente. Es un idiota.
Ambos nos quedamos en silencio.
– ¿Sabes? Mi madre me contó que tu padre y el mío eran bastante amigos. Jugaban al mismo juego que nosotros. Al gato y al ratón. – Dijo con una sonrisa forzada en la boca. Luego la borró por completo y recompuso su rostro como pudo. – No lo hago sólo por eso. Aoko… No se merece que le mientan más. Ella odia a Kaito Kid y yo quiero pasar toda mi vida con ella. No quiero que sufra más. No quiero que en el futuro desee más atraparme que pasar una tarde conmigo. No lo quiero. No puedo ocultarle la verdad.
– Te comprendo. – Dije tristemente. – Yo a veces siento lo mismo, pero corro muchísimo peligro, no puedo contárselo.
– Lo sé. Y aún así es decisión tuya. Bueno… - Dijo ajustándose el sombrero de copa, de manera que no se le veían ni los ojos ni su expresión. - Esto es una despedida, señor detective. Lo siento, pero nunca me has atrapado.
– ¡Espera! – Le dije por impulso. Iba a preguntarle si nos volveríamos a ver, pero eso sonaba a película romántica y la única película romántica que tendría yo sería con Ran. - ¿Qué se ha hecho del detective inglés?
– ¿De Hakuba? Bueno, ha comprendido perfectamente que cuando decía el primer detective japonés no me refería él, por ello no ha hecho nada.
Limpiamente desapareció tras el humo blanco, pero no vislumbré su ala delta. Suspiré. No me lo esperaba para nada. Mi móvil vibró; acababa de recibir un mensaje.
Ya tengo tu número y ahora tú tienes el mío. Por si nunca nos hace falta.
El mago… No, Kaito Kuroba.
Sonreí. Apunté su número en mi agenda. La K, la K, la K… Aquí, Kaito, Kaito Kuroba. Un viejo amigo de la familia. Me guardé el teléfono y me marché. Abajo estaba Ran enfadada y Kogoro, un tanto achispado. Igual que Nakamori. Bueno, lo mejor sería que disfrutasen de esa noche, porque el ladrón fantasma no aparecería. Nunca más.
******************************
¡Una respuesta!!!!!!! Snif, snif... Estoy tan emocionada...
(Ey, chicos. 27 vistos y sólo un comentario. Estáis en mi lista negra. No cuesta nada darle a ese botoncito tan mono que está al lado de Gin y que pone Reply. Aviso de antemano, el tercer capítulo será un especial Kid. Y tiene unas partes de comedia buenísimas y una pizca de romance especial para la tropa ASATBDC. No me falléis, si nadie más da señales de vida, me presentaré en vuestras casas por la noche. Y en el post de las ASATBDC podéis ver algunas de las cosas que os haré.Natu, túi que eres el spamero oficial, pierdes una oportunidad así...)
Muchas gracias, Orujo. Gracias de verdad. ^^
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Capítulo 2 El encuentro con el mago
Esta noche era la del encuentro con Kid y mi cabeza todavía intentaba averiguar sus motivos. Kogoro se había puesto en contacto con Nakamori, que había averiguado la ubicación. Ahora estaban en el edificio, pero habían clausurado todos los ascensores y a partir de la decimotercera planta era territorio de los policías. Había controles y guardias pero la gente estaba muy relajada, todavía faltaban muchas horas para que apareciese. Según ellos, claro. Convencí a Ran para que fuésemos a entregarle la comida a Kogoro y ya de paso vigilar que no se tomase ninguna cerveza, pues tenía faena. Nos colamos sin problema al decir quiénes éramos y fuimos escoltados hasta una antesala, donde también había una chica, de la edad de Ran y muy parecida a ella. Pronto salieron Kogoro y el inspector Nakamori y la chica se acercó a éste.
– Papá, ¡mucha suerte! – Dijo la chica, a la vez que Ran dirigía unas palabras similares a Kogoro. - ¡No tienes porqué preocuparte, ese ladrón es tuyo!
– Gracias hija, pero… - El inspector se interrumpió cuando su hija se dirigió a Kogoro.
– ¡Usted no se interponga en el camino de mi padre! ¡Él atrapará a Kaito Kid!
Ran y yo intervenimos antes de que se caldeara demasiado el ambiente, separamos las familias y le dejamos la comida casera en brazos. Como siempre, Ran había preparado mucho, porque estaba preocupada por su padre. Ella se quedó hablando con él y yo me escabullí silenciosamente, el sol se estaba poniendo y como cualquier caballero, yo era puntualísimo. Aunque midiese la mitad que un adulto. Llegué a la parte más alta justo a tiempo. La azotea tenía unas vistas preciosas, pero justo en el borde una figura blanca me tapaba el paisaje. El sol era ya menos que una uña y el azul pálida grisáceo era hermoso y estaba acompañado de un viento frío.
– Te has adelantado, debía salir la luna antes. – Dije para hacer notar mi presencia.
– Lo siento pequeño detective, no podía perderme la puesta de sol.
– Kid. – Dije invitándolo a continuar hablando.
– Kudo. – Dijo Kid, repitiendo lo mismo que yo. – Ya no seré más Kaito Kid, lo dejo. Ahora sólo seré Kaito… Kaito Kuroba. – Me había dado su nombre, la cuestión era el porqué. ¿Y porqué dejaría el ser ladrón?
– ¿Temes que te capture y prefieres retirarte? – Pregunté, jugando y tanteando.
– No, detective… He venido a despedirme. Y a pedirte un favor.
– ¿Un favor? – Me sorprendí.
– Sí, me lo debes. Por lo del tren.
– Oe, oe… - Dije. – No te descubrí ante la policía, ¡hombre!
– ¡Ese tío tenía una bomba e hizo explotarlo todo!!! Sin mi ala delta no habría sobrevivido. – Me callé. – Por eso he decidido dejarlo. ¿Sabes por qué me metí en esto?
– No.
– Porque unos hombres asesinaron a mi padre cuando robó una joya. Se ve que existe una leyenda… Dicen que en una de esas grandes joyas está Pandora. Dicen que al mirarla a la luz de la luna se puede saber si es la joya correcta si emite un brillo rojizo. También cuentan que cuando se acerque el cometa Volley, se ofrece a la luna Pandora, caerán lágrimas. Beberlas proporcionará la juventud eterna. O la inmortalidad. – Acabó Kid, totalmente serio.
Esas palabras me trajeron recuerdos horriblemente nítidos. “¿Tus padres también investigaban drogas y venenos? ¿De qué se trataba?” Dije yo a Haibara, después de lo de Itakura. “De una droga capaz de resucitar a los muertos…” eso es lo que me respondió ella, pero me lo tomé en broma. “¿Y si….? ¿Y si era verdad? ¿Y si buscaban la juventud eterna y revivir a los muertos? La APTXN 4869 encajaba con lo de la juventud eterna. Además… En el diario de Itakura había una frase espeluznante, de Vermouth, sin duda: Podemos ser tanto Dios como el diablo, porque intentamos revivir a los muertos contra el paso del tiempo. Sí, la Organización estaba también detrás de aquello y eso me ayudaba a entender un poco mejor sus objetivos.”
– Lo entiendes, ¿no? La gente que tú persigues y que yo persigo es la misma. Pero son demasiado peligrosos, no puedo seguir en este juego de venganza, por eso quiero que tú te vengues por mí. Eso es lo que quiero pedirte.
– Lo haré, no lo dudes, pero… Ése no es el único motivo por el que desapareces, ¿verdad?
– No, claro que no. – Me dijo con una sonrisa triste. – Hará dos semanas encontré una carta de mi padre, para mí. En ella me pedía que viviese, que fuese feliz, que me casase con una chica bonita y que me amase… Pero sobre todo que viviese por encima de todo. Estaba firmada poco antes de su muerte. – Dijo sombrío. – Creo que se burló de esa gente expresamente. Es un idiota.
Ambos nos quedamos en silencio.
– ¿Sabes? Mi madre me contó que tu padre y el mío eran bastante amigos. Jugaban al mismo juego que nosotros. Al gato y al ratón. – Dijo con una sonrisa forzada en la boca. Luego la borró por completo y recompuso su rostro como pudo. – No lo hago sólo por eso. Aoko… No se merece que le mientan más. Ella odia a Kaito Kid y yo quiero pasar toda mi vida con ella. No quiero que sufra más. No quiero que en el futuro desee más atraparme que pasar una tarde conmigo. No lo quiero. No puedo ocultarle la verdad.
– Te comprendo. – Dije tristemente. – Yo a veces siento lo mismo, pero corro muchísimo peligro, no puedo contárselo.
– Lo sé. Y aún así es decisión tuya. Bueno… - Dijo ajustándose el sombrero de copa, de manera que no se le veían ni los ojos ni su expresión. - Esto es una despedida, señor detective. Lo siento, pero nunca me has atrapado.
– ¡Espera! – Le dije por impulso. Iba a preguntarle si nos volveríamos a ver, pero eso sonaba a película romántica y la única película romántica que tendría yo sería con Ran. - ¿Qué se ha hecho del detective inglés?
– ¿De Hakuba? Bueno, ha comprendido perfectamente que cuando decía el primer detective japonés no me refería él, por ello no ha hecho nada.
Limpiamente desapareció tras el humo blanco, pero no vislumbré su ala delta. Suspiré. No me lo esperaba para nada. Mi móvil vibró; acababa de recibir un mensaje.
Ya tengo tu número y ahora tú tienes el mío. Por si nunca nos hace falta.
El mago… No, Kaito Kuroba.
Sonreí. Apunté su número en mi agenda. La K, la K, la K… Aquí, Kaito, Kaito Kuroba. Un viejo amigo de la familia. Me guardé el teléfono y me marché. Abajo estaba Ran enfadada y Kogoro, un tanto achispado. Igual que Nakamori. Bueno, lo mejor sería que disfrutasen de esa noche, porque el ladrón fantasma no aparecería. Nunca más.
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Everglo- Necesario para la organización
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Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Yo hace dias que leí el otro pero me daba pereza postear xDD
Muy bueno, Everglo, espero la continuación ^^
Muy bueno, Everglo, espero la continuación ^^
Cherry- Imprescindible para la organización
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Localización : Detrás de ti
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
De tu estilo, muy bien!
Sigue!
Sigue!
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Gracias , lo siento, se me había olvidado que os había prometido el tercero... XD
Aquí os lo paso (pero no os acostumbréis a que actualice demasiado rápido, es sólo que estoy inspirada últimamente)
**********************
Capítulo 3 La despedida del artista.
– He oído que Kaito Kid aparecerá de nuevo. – Me dijo Akako, mirándome fijamente.
– Ah, ¿sí? ¡Qué raro! Yo no he oído nada en las noticias. – Dije desinteresadamente.
– Olvidas que yo veo en las cartas, Kuroba. – Me miró seriamente. – Has tomado una decisión muy importante, ¿has mirado todas tus cartas? Tu destino dice que no puedes abandonar.
Yo simplemente la ignoré.
– Una de las cartas ha sido la del mago, ¿sabes? Me ha dicho que no te echarás atrás. Porque ha salido del derecho, si hubiese sido del revés significaría que eres un embustero y un estafador.
– No creo en las cartas. – Dije mientras apretaba los dientes. No podía dejar que me provocase.
– También… Había el loco invertido. – Dijo con algo de tristeza. – Eso significa que tu camino está cortado. Entiendo que lo quieras dejar, pero…
– No lo entiendes, Akako. Yo tomo mis propias decisiones. Déjame ya en paz. Yo siempre medito mis decisiones y no me hace falta consejo.
El resto del viaje hacia el instituto lo hicimos en silencio, ninguno habló. Quizás estaba enfadada, pero yo no me dejaría llevar como todos mis compañeros de clase por ella, yo tomaba mis decisiones y nadie decidía por mí. Llegamos hasta el instituto, pero ella me paró antes de entrar.
– El mundo dice que cambias tu vida por completo. Y el juicio que perdonas. Lo siento. No debería haber insistido. Tendrás tus motivos.
Yo asentí, aceptando sus disculpas y murmurando un: no pasa nada. Entramos en clase, pero Aoko todavía no había llegado. En cambio, Saguru Hakuba, el perro husmeador, sí había llegado. Y parecía tan dispuesto a darme la lata como la bruja negra.
– Kaito Kid va a volver a la acción, pero esta vez parece que no robará nada.
– ¿En serio? – Pregunté fingiendo sorpresa. - ¿Y eso? ¿Cómo es que no han dicho nada en las noticias?
– Dado que no robará nada, la policía lo mantiene en secreto. Ha enviado una nota cifrada, pero ya la he resuelto casi toda. – Dijo vanagloriándose ante mí.
– Pero si es una investigación privada, ¿cómo es que tú tienes la nota que envió?
– Tengo contactos. Nakamori. – Dijo y sonrió. Me acaloré en un segundo. ¿Aoko le había dicho algo?
– ¿Tienes el número de teléfono de Aoko Nakamori? – Pregunté intentado disimular mis celos.
– Eh, me refería a Nakamori, el inspector.
– Ah. – Dije serenándome. – Vale.
– Sólo tengo una pregunta. ¿A qué te refieres con lo del primer detective japonés? – Dijo mientras me mostraba la nota, escrita a mano por él.
– No lo sé, yo no soy Kid. Pero supongo que no se refiere a ti, tú eres medio inglés, ¿no? – Dije sonriéndole con suficiencia. Él se enderezó y se alejó de mi mesa a tiempo para que el profesor entrase y no le llamase la atención.
Aoko entró al mismo tiempo que el profesor. Pasamos las primeras clases del día rápidamente y cuando sonó la campana que marcaba el descanso de la mañana, yo me acerqué a Aoko para preguntarle que le ocurría, aunque lo supiese perfectamente.
– Ey, Aoko, has estado de morros toda la mañana, ¿qué te pasa? ¿Tu padre se ha vuelto a pasar una noche en vela planeando la captura de Kid?
Ella suspiró.
– Sí, otra vez Kid. Pero esta vez ha sido porque ha enviado un aviso.
– Ya, Hakuba ha dicho algo de eso, ¿no?
– Sí, mi padre confía en que Hakuba resuelva la nota.
Caminábamos mientras hablábamos y cuando nos fijamos, ya estábamos en el patio, al lado del campo de fútbol. Hakuba apareció de la nada al vernos.
– Hola, Nakamori. Ya he descifrado casi todo el aviso. ¿Le podrás decir de mi parte a tu padre lo que significa?
– ¡Claro! Muchas gracias, Hakuba. Mi padre estará muy contento.
– Bueno, no acabo de entender lo del primer detective japonés. – Dijo mirándome fijamente. – Pero creo que puedo decir el lugar donde aparecerá. En la azotea de Nichiuri TV.
– ¿De verdad?
– Sí, eso creo. Además será la noche de luna llena. En cuanto a la hora… - Él se interrumpió en cuanto le pisé los pies. - ¡AH! – Gritó. Yo llevaba zapatos de deporte, especiales para fútbol sobre la hierba, con tacos.
Cruzando por encima de sus pies, me dirigí hacia una pelota que se le había escapado al equipo de azul. Se lo devolví con un pase alto y la dejé en manos del delantero de azul. Luego volví hacia ellos.
– ¿Estás bien? – Preguntó Aoko.
– Sí, bueno… - Dijo Hakuba con voz ahogada.
– Vaya, has tenido suerte de que sólo fuese yo que te he pisado, ¿verdad? – Dije en tono jovial. – Imagina que te hubiesen tirado la pelota en la cara, con un chute largo y alto… Habría dolido un montón, ¿no? – Dije mirándole directamente a los ojos. Él comprendió al instante que era una amenaza. Se tensó y se dirigió a Aoko.
– Bueno, respecto a lo del carro de fuego y nuestros nombres… No sé que puede significar, lo siento. - Dijo mirándome de reojo, igual que yo, pero yo le añadía una sonrisa bien amplia. - Supongo que es la hora. Quizás tu padre lo puede averiguar.
– Sí, muchas gracias, Hakuba. Seguro que se alegrará de saberlo. Por cierto… ¿Acompañarás a mi padre para atrapar ese ladrón?
– Eh, claro. No me lo perderé. – Dijo y luego se marchó.
– Vaya… Estaba un poco extraño, ¿no? – Dijo Aoko.
– Será la emoción de un nuevo aviso de Kid.
– Será… - Dijo dubitativa. - ¿Has visto la nota? – Dijo mientras me la enseñaba. - ¿Qué opinas? – La miré un segundo fingiendo interés.
– Es anómala esta carta, ¿no? Parece una despedida.
– Sí, mi padre está muy preocupado por ello. Quiere atraparlo cueste lo que cueste. Piensa montar un buen espectáculo para cazarlo.
– Uhmm… ¿Y tú que opinas? ¿Crees que desaparecerá?
– Bueno… - Dijo meditándolo un momento. – La verdad es que no lo creo. Seguro que vuelve, al fin y al cabo no es la primera vez que desaparece. Ya ocurrió hace ocho años, ¿no?
– Sí, tienes razón, pero esa vez no dejó ninguna nota.
– Ya… ¿Quién sabe? Si mi padre no lo puede pillar, lo pillaré yo, ¡cuando sea policía! – De repente me imaginé un futuro en el que Aoko recopilaba pistas sobre Kaito Kid sin descanso, intentando desenmascararme. - Oye, ¿tú crees que desparecerá?
– Supongo que sí, eso es lo que parece decir en el aviso, aunque no lo haya descifrado.
– ¿Y te parece bien? – Sin querer se me dibujó una sonrisa amarga. No, no me parecía bien, pero era un deber.
– Supongo que sí. Al fin y al cabo, él es un mago. Menos competencia. – Dije mientras le sacaba pañuelos de la oreja a Aoko. – Uno rosa, uno naranja, uno azul, uno lila…
Dejé de tirar, y con los pañuelos en la mano miré fijamente a Aoko. Serio, muy serio.
– Aoko… - Dije con mi mejor cara de póquer.
– ¿Qué? – Susurró ella, presintiendo que algo importante se avecinaba.
– Las orejas se lavan como todo. Luego normal que no escuches el profesor.
– ¿QUÉ? ¡Serás…! – Dijo mientras me empezó a perseguir por todo el patio. - ¡Eres…! ¡Eres un idiota!
Yo me reía por todo el patio y varios alumnos nos señalaban. No nos importaba, ese era nuestro pasatiempo particular y nada nos distraería. Cuando se calmó volvimos a hablar serios, sobre Kid otra vez.
– Cueste lo que cueste quieres averiguar quien es Kid, ¿eh? – Dije con una sonrisa.
– Sí. Y lo llevaré a la cárcel. Lo esposaré con estas mismas esposas. – Dijo con pasión, mientras me ensañaba unas esposas viejas.
– ¿Y esto? ¿Cómo es que tu padre te deja tener unas esposas?
– Dice que me irán bien para familiarizarme con ellas. Además, éstas son un poco viejas y se atrancan. Y no tengo la llave para abrirlas, es mi padre que tiene una copia de las llaves de las esposas.
– Ah… Entonces vas muy bien preparada.
– ¡Claro! Pillaré a ese ladrón. Lo encadenaré. – Ambos sonreímos con esa afirmación, aunque yo no lo hice de buena gana.
El resto del día se puede resumir en tres hechos: Aoko cabreado con Kaito Kid, Hakuba zumbando a mí alrededor y yo reflexionando sobre lo que debería hacer. “¿Debo decírselo? Sino estará toda la vida obsesionada y eso no puede ser… Pero… Me va a encarcelar, ¡Dios mío! No pueden pillar a Kaito Kid, la leyenda de mi padre debe permanecer siempre brillante.” Cuando llegué a mi casa me encontré que estaba solo, otra vez. Mi madre no estaba, pero eso ya lo sabía. De repente sonó el teléfono fijo y fui a cogerlo.
– ¿Kaito?
– ¿Sí?
– Soy Aoko. Le he contado a mi padre lo del mensaje y está muy feliz. Estoy tan contenta que tenía que decírselo a alguien. ¡Seguro que esta vez lo atrapa!
– Seguro. Entonces, deséale suerte de mi parte, Aoko.
– Claro, muchas gracias. Por cierto, la próxima luna llena será dentro de tres días, sin contar hoy, ¿verdad?
– Sí, eso creo.
– Gracias. Adiós, Kaito.
– Adiós.
En ese momento tomé una decisión. No podía dejar que las cosas continuasen así. Y medité sobre que manera podía… decírselo. Tres días, mañana, pasado y la noche del aviso. Lo conseguiría. Además, mañana era viernes y la noche de luna llena era domingo. Lo tenía todo bajo control. O eso creía.
El viernes por la tarde, después de fingir un día entero, le envié un mensaje a Aoko:
Aoko, creo k he descifrado la hora. No estoy muy seguro, así k no molestes a tu padre x eso. Estarás el domingo a las 10 en la azotea de Nichiuri TV?
Kaito
El mensaje apenas tardó unos minutos en ser respondido.
Claro, gracias por ayudarme a atraparlo. Llevaré las esposas. ^^
Aoko
Me supo muy amargo que se implicase tanto en lo de Kid. Antes de decidirme había barajado la posibilidad de citarla allí como Kaito Kuroba, pero ella me respondería que quedásemos en un sitio más normal y en otro momento, también. Pero yo iba a mostrarle la identidad de Kid, el ladrón. Las esposas me supieron todavía más amargas. Pasé el fin de semana con preparativos, la seguridad iba a ser grande y quería hacer unos arreglos en mi ala delta. A parte de bloquear los ascensores, Nakamori iba a poner vigilancia en las escaleras, seguro, aunque esas cosas no se las hubiese dicho a su hija. Guardias por todas partes, controles aleatorios, papeles y contraseñas secretas… Seguro que se esforzaría mucho. Yo me colaría por el mismo sitio de siempre… Gracias a la compañía de Aoko, me escabulliría y asistiría a la reunión que tengo concertada, tanto con el pequeño detective como con Aoko. Mi corazón se aceleraba al pensarlo, no me costaría nada hablar con Kudo, pero no podría decirle la verdad a Aoko, pero… Lo había decidido, y lo haría.
Con mi disfraz puesto me acerqué al borde de la azotea, se estaba poniendo el sol. Necesitaba unos minutos para mí, pero… El pequeño detective había llegado demasiado pronto. Él empezó a hablar e interrumpió mi silencio, mi concentración. Me giré despacio, era hora de que contase la verdad a una de las partes a quién se la debía. Expliqué la situación, poco a poco e intentando no recordar lo hecho mierda que me sentía, por mi padre, por Aoko… Finalmente hice un truco de desaparición, sólo una distracción para esconderme detrás del aparato de ventilación y pulsar el botón enviar. Casi pude ver su sonrisa. Cuando se marchó, busqué algún cacharro al que subirme. Para acceder a la azotea debes subir unas escaleras, y antes de salir al exterior debes abrir una puerta, por ello… Hay una pequeña zona cubierta, como un cubículo de baño portátil sobre el cual yo me sentaría para esperar a Aoko y hacer una aparición mágica. Cerca de la diez abrió la puerta con cautela y se asomó. Con un poco más de seguridad salió y cerró la puerta. Miró alrededor, se giró en todas direcciones y mientras me daba la espalda, aproveché para saltar detrás de sí. Mi capa revoloteó con el viento e hizo algo de ruido que me delató, entonces Aoko se giró y me vio. Oí su expresión de sorpresa y vi como se dibujaba en su cara una O perfecta con sus labios. Ella me miró y tuve la impresión que el resto de mi vida sólo había sido un sueño, que era esto lo único real, ella y yo. Miles de sentimientos en medio, mucho miedo… Y amor. Porque yo la amaba.
– No… Tú… - Dijo señalándome. Su expresión era parecida al pánico.
– Aoko, yo… - Empecé, pero me trabé. Me quité el sombrero y el monóculo, quería que me mirase a la cara sin adornos.
– Tú… - Continuó ella. – N-no… Kaito… Tú no eres…
Con tristeza terminé su frase.
– Un ladrón. – Dije mientras dejaba de mirarla a los ojos. Mi corazón latía con fuerza y me empujó a volver a mirarla a los ojos. – Kaito Kid, el ladrón fantasma. Y también Kaito Kuroba, tu mejor amigo.
Ella retrocedió unos pasos, quizás inconscientemente, pero me dolió.
– ¡No! – Dijo. - ¿Y aquella vez en el cine? En Tropic Land.
– Durante la película abrazaste una réplica de plástico. – Dije tristemente. – No te diste cuenta.
– ¿Y hace 8 años? ¡Éramos niños pequeños!
– El primer Kaito Kid era mi padre… - Dije mirando el suelo, con las manos en los bolsillos. – Su muerte no fue un accidente durante un espectáculo de magia. Lo mataron. Yo adopté su papel para averiguar lo que había pasado.
– Y… ¿lo has averiguado?
– Sí, pero no puedo seguir en esto, es demasiado peligroso. Y no podía seguir… haciéndote daño. – Dije con una leve incertidumbre.
– Entonces… Tú eres un ladrón. – Dijo, asumiéndolo.
– Sí, aunque nunca pude robarte. - Dije ruborizado a la vez que extendía los brazos hacia ella. – Merezco ir a la cárcel. Encadéname.
Ella se acercó con pasos vacilantes hacia mí, mientras se sacaba las esposas del bolsillo. Con dudas, me puso una esposa en la mano izquierda y también con dificultad. Yo sentía que me iba a morir.
– No. – Dijo ella de golpe. – Al único sitio que te quiero encadenar es a mi corazón. – Dijo mientras ella se ponía la otra esposa, en su mano izquierda, también.
La besé. Nos separamos para coger aire otra vez y la iba a besar otra vez cuando ella me paró.
– ¿Dejarás de ser Kaito Kid?
– Sí. – Dije extrañado.
Entonces ella me besó a mí, apasionadamente. La abracé fuerte, como pude, pues estábamos encadenados, pero no me importaba, es más, me gustaba.
– ¿Quieres volar en ala delta? – Le pregunté con una sonrisa.
– ¿Es seguro?
– Sí, la he modificado para que soporte el peso de los dos. – Dije con una sonrisa pícara.
– Entonces vale. – Dijo, y me deslumbró con una sonrisa más hermosa que la luna de esta noche.
– Un momento. – Dije mientras me dirigía a la puerta de la azotea.
– ¿Qué pasa?
– Debo dejar una nota a los inspectores. – Dije mientras escogía una de las muchas notas que había impreso y la colgaba.
– Habéis llegado tarde, mis inspectores. – Leyó ella. – No me he conformado con el tiempo del primer detective japonés, así que me llevo a la hija de Nakamori. – Ella se estaba poniendo roja. - Se la devolveré más tarde. El mago de la luna plateada.
– ¿Por qué has puesto eso?
– ¿Crees que nos podemos presentar ante tu padre para pedirle la llave de las esposas precisamente esta noche?
– No, pero… ¿Qué pensará?
– No te preocupes, algo se nos ocurrirá. – Dije con la misma sonrisa de antes. La abracé con los dos brazos mientras nos dirigíamos al borde del edificio. Salté y ella chilló.
– ¡UAAH! – Dijo mientras se agarraba muy fuerte a mí.
– Tranquila, aunque quisieses no podrías caerte, estamos esposados. – Recordé con una sonrisa burlona.
– Sí. – Dijo ella. - ¿Quién es el primer detective japonés, por cierto?
– Bueno, es… un viejo amigo de la familia. – Respondí misteriosamente. - ¿Quieres ver un lugar precioso?
– Claro. Aunque ver la ciudad correr bajo nuestros pies también es precioso.
– El sitio que te digo yo es especial. – Dije mientras viraba a la izquierda y nos acercábamos a una pequeña llanura que había en la parte exterior de la ciudad.
Desde allí, las luces eran más débiles y las estrellas lucían primorosamente. Había también un mirador al que iban las parejas jóvenes a besarse. En realidad, ése era mi objetivo. Aterrizamos en un sitio donde no había nadie y ella se removió algo incómoda.
– Lo siento, ¿te he hecho daño?
– No, es que apretabas un poco…
– Para que no te cayeses. – Dije con cara de ángel.
– ¿Y hacía falta que también me tocases el culo?
– Yo no he hecho nada parecido. – Negué vehemente con una sonrisa en los labios que me contradecía.
– ¿Dónde estamos?
– En este mirador mi padre se declaró a mi madre. – Dije mirándola a los ojos. – Por eso… - Hinqué una rodilla en el suelo y al estar encadenados ella se tuvo que agachar un poco. – Aoko, te quiero con toda mi alma. Prometo hacerlo toda mi vida y no dejar que nadie nunca te haga daño. ¿Quieres ser mi novia?
– Idiota. – Dijo con las manos en la cintura. – Sólo quieres verme las braguitas.
– Mentira. – Dije ruborizado.
– Pues quiero que sepas que son de peces. – Al escuchar esto me puse de pie inmediatamente. – Pero sí, yo también quiero pasar toda mi vida contigo. – Dijo mientras me besaba.
El resto de la noche pasó muy rápida entre besos, abrazos y poca cosa más. Bueno, también le susurré cosas al oído y ella se rió durante toda la noche. Por la mañana, antes de las siete nos presentamos en casa de Aoko, esposados.
– ¿Pero qué? – Chilló Nakamori al vernos, muy sofocado. - ¿Qué narices…?
– Señor Nakamori, no entendemos que ha pasado. Yo ayer me fui a dormir temprano a mi casa pero hoy nos hemos despertado esposados ¡y encima en lo alto de un edificio!
– Sí, papá. Creo que es obra de Kid. Ha dejado esta nota. – Dijo entregándole una nota que había impreso yo hacía media hora escasa.
– Inspector Nakamori, perdone mi última travesura. – Leyó él. – Pero encontré esas esposas y pensé que esto sería divertido. El mago de la luna plateada. Maldito Kid. Lástima que no lo pueda pillar ¡porque le arrancaría la cabeza!
– Calma, papá. No ha pasado nada… - Dijo Aoko. – Pero… ¿Nos puedes quitar las esposas? Llegaremos tarde a clase.
– ¿Eh? Sí, claro. – Dijo sacándose una mini llave de un bolsillo interior. Nos liberamos por fin y me marché con la excusa de recoger mis cosas.
Llegué a mi casa en un segundo y guardé la ropa de Kaito Kid en la habitación secreta de mi padre. Lo más difícil había sido cambiarse con una sola mano y con Aoko de espaldas. Alcancé a Aoko de camino al instituto y aproveché para darle un beso a escondidas. Llegamos a clase y decidimos anunciar a todo el mundo que estábamos saliendo, pero después de comer. Hakuba llegó el último, pero tuvo tiempo para tambalearse mientras decía:
– Ayer cuando llegué a casa me encontré que mi madre se había pasado por casa, pero como no coincidimos me había preparado un verdadero plato inglés. Me lo comí y estaba riquísimo pero me entró un sueño… Creo que Kid me puso un somnífero. – Dijo todavía tembloroso y mirando hacia mí.
– Vamos, Hakuba, ¿vas a darnos una excusa por haber llegado así? Seguro que ayer estuviste de juerga. – Dije recordando quiénes habían estado de verdad despiertos toda la noche.
– Kaito Kuroba, yo… - Dijo intentando reunir toda la fuerza que pudo. – Te pillaré.
Sonreí y le susurré tan bajo como pude:
– ¿Entonces, cocino bien? ()
*************************
Espero que os haya gustado, porque Kid no volverá a aparecer, a partir de ahora os tendréis que conformar con el pequeño Conan, sus ansias de recuperar su apariencia adolescente, su insana obsesión por Ran y su gilipollez normal. (Que conste que lo quiero mucho, ¿eh? Pero Kid es mejor :3)
Aquí os lo paso (pero no os acostumbréis a que actualice demasiado rápido, es sólo que estoy inspirada últimamente)
**********************
Capítulo 3 La despedida del artista.
– He oído que Kaito Kid aparecerá de nuevo. – Me dijo Akako, mirándome fijamente.
– Ah, ¿sí? ¡Qué raro! Yo no he oído nada en las noticias. – Dije desinteresadamente.
– Olvidas que yo veo en las cartas, Kuroba. – Me miró seriamente. – Has tomado una decisión muy importante, ¿has mirado todas tus cartas? Tu destino dice que no puedes abandonar.
Yo simplemente la ignoré.
– Una de las cartas ha sido la del mago, ¿sabes? Me ha dicho que no te echarás atrás. Porque ha salido del derecho, si hubiese sido del revés significaría que eres un embustero y un estafador.
– No creo en las cartas. – Dije mientras apretaba los dientes. No podía dejar que me provocase.
– También… Había el loco invertido. – Dijo con algo de tristeza. – Eso significa que tu camino está cortado. Entiendo que lo quieras dejar, pero…
– No lo entiendes, Akako. Yo tomo mis propias decisiones. Déjame ya en paz. Yo siempre medito mis decisiones y no me hace falta consejo.
El resto del viaje hacia el instituto lo hicimos en silencio, ninguno habló. Quizás estaba enfadada, pero yo no me dejaría llevar como todos mis compañeros de clase por ella, yo tomaba mis decisiones y nadie decidía por mí. Llegamos hasta el instituto, pero ella me paró antes de entrar.
– El mundo dice que cambias tu vida por completo. Y el juicio que perdonas. Lo siento. No debería haber insistido. Tendrás tus motivos.
Yo asentí, aceptando sus disculpas y murmurando un: no pasa nada. Entramos en clase, pero Aoko todavía no había llegado. En cambio, Saguru Hakuba, el perro husmeador, sí había llegado. Y parecía tan dispuesto a darme la lata como la bruja negra.
– Kaito Kid va a volver a la acción, pero esta vez parece que no robará nada.
– ¿En serio? – Pregunté fingiendo sorpresa. - ¿Y eso? ¿Cómo es que no han dicho nada en las noticias?
– Dado que no robará nada, la policía lo mantiene en secreto. Ha enviado una nota cifrada, pero ya la he resuelto casi toda. – Dijo vanagloriándose ante mí.
– Pero si es una investigación privada, ¿cómo es que tú tienes la nota que envió?
– Tengo contactos. Nakamori. – Dijo y sonrió. Me acaloré en un segundo. ¿Aoko le había dicho algo?
– ¿Tienes el número de teléfono de Aoko Nakamori? – Pregunté intentado disimular mis celos.
– Eh, me refería a Nakamori, el inspector.
– Ah. – Dije serenándome. – Vale.
– Sólo tengo una pregunta. ¿A qué te refieres con lo del primer detective japonés? – Dijo mientras me mostraba la nota, escrita a mano por él.
– No lo sé, yo no soy Kid. Pero supongo que no se refiere a ti, tú eres medio inglés, ¿no? – Dije sonriéndole con suficiencia. Él se enderezó y se alejó de mi mesa a tiempo para que el profesor entrase y no le llamase la atención.
Aoko entró al mismo tiempo que el profesor. Pasamos las primeras clases del día rápidamente y cuando sonó la campana que marcaba el descanso de la mañana, yo me acerqué a Aoko para preguntarle que le ocurría, aunque lo supiese perfectamente.
– Ey, Aoko, has estado de morros toda la mañana, ¿qué te pasa? ¿Tu padre se ha vuelto a pasar una noche en vela planeando la captura de Kid?
Ella suspiró.
– Sí, otra vez Kid. Pero esta vez ha sido porque ha enviado un aviso.
– Ya, Hakuba ha dicho algo de eso, ¿no?
– Sí, mi padre confía en que Hakuba resuelva la nota.
Caminábamos mientras hablábamos y cuando nos fijamos, ya estábamos en el patio, al lado del campo de fútbol. Hakuba apareció de la nada al vernos.
– Hola, Nakamori. Ya he descifrado casi todo el aviso. ¿Le podrás decir de mi parte a tu padre lo que significa?
– ¡Claro! Muchas gracias, Hakuba. Mi padre estará muy contento.
– Bueno, no acabo de entender lo del primer detective japonés. – Dijo mirándome fijamente. – Pero creo que puedo decir el lugar donde aparecerá. En la azotea de Nichiuri TV.
– ¿De verdad?
– Sí, eso creo. Además será la noche de luna llena. En cuanto a la hora… - Él se interrumpió en cuanto le pisé los pies. - ¡AH! – Gritó. Yo llevaba zapatos de deporte, especiales para fútbol sobre la hierba, con tacos.
Cruzando por encima de sus pies, me dirigí hacia una pelota que se le había escapado al equipo de azul. Se lo devolví con un pase alto y la dejé en manos del delantero de azul. Luego volví hacia ellos.
– ¿Estás bien? – Preguntó Aoko.
– Sí, bueno… - Dijo Hakuba con voz ahogada.
– Vaya, has tenido suerte de que sólo fuese yo que te he pisado, ¿verdad? – Dije en tono jovial. – Imagina que te hubiesen tirado la pelota en la cara, con un chute largo y alto… Habría dolido un montón, ¿no? – Dije mirándole directamente a los ojos. Él comprendió al instante que era una amenaza. Se tensó y se dirigió a Aoko.
– Bueno, respecto a lo del carro de fuego y nuestros nombres… No sé que puede significar, lo siento. - Dijo mirándome de reojo, igual que yo, pero yo le añadía una sonrisa bien amplia. - Supongo que es la hora. Quizás tu padre lo puede averiguar.
– Sí, muchas gracias, Hakuba. Seguro que se alegrará de saberlo. Por cierto… ¿Acompañarás a mi padre para atrapar ese ladrón?
– Eh, claro. No me lo perderé. – Dijo y luego se marchó.
– Vaya… Estaba un poco extraño, ¿no? – Dijo Aoko.
– Será la emoción de un nuevo aviso de Kid.
– Será… - Dijo dubitativa. - ¿Has visto la nota? – Dijo mientras me la enseñaba. - ¿Qué opinas? – La miré un segundo fingiendo interés.
– Es anómala esta carta, ¿no? Parece una despedida.
– Sí, mi padre está muy preocupado por ello. Quiere atraparlo cueste lo que cueste. Piensa montar un buen espectáculo para cazarlo.
– Uhmm… ¿Y tú que opinas? ¿Crees que desaparecerá?
– Bueno… - Dijo meditándolo un momento. – La verdad es que no lo creo. Seguro que vuelve, al fin y al cabo no es la primera vez que desaparece. Ya ocurrió hace ocho años, ¿no?
– Sí, tienes razón, pero esa vez no dejó ninguna nota.
– Ya… ¿Quién sabe? Si mi padre no lo puede pillar, lo pillaré yo, ¡cuando sea policía! – De repente me imaginé un futuro en el que Aoko recopilaba pistas sobre Kaito Kid sin descanso, intentando desenmascararme. - Oye, ¿tú crees que desparecerá?
– Supongo que sí, eso es lo que parece decir en el aviso, aunque no lo haya descifrado.
– ¿Y te parece bien? – Sin querer se me dibujó una sonrisa amarga. No, no me parecía bien, pero era un deber.
– Supongo que sí. Al fin y al cabo, él es un mago. Menos competencia. – Dije mientras le sacaba pañuelos de la oreja a Aoko. – Uno rosa, uno naranja, uno azul, uno lila…
Dejé de tirar, y con los pañuelos en la mano miré fijamente a Aoko. Serio, muy serio.
– Aoko… - Dije con mi mejor cara de póquer.
– ¿Qué? – Susurró ella, presintiendo que algo importante se avecinaba.
– Las orejas se lavan como todo. Luego normal que no escuches el profesor.
– ¿QUÉ? ¡Serás…! – Dijo mientras me empezó a perseguir por todo el patio. - ¡Eres…! ¡Eres un idiota!
Yo me reía por todo el patio y varios alumnos nos señalaban. No nos importaba, ese era nuestro pasatiempo particular y nada nos distraería. Cuando se calmó volvimos a hablar serios, sobre Kid otra vez.
– Cueste lo que cueste quieres averiguar quien es Kid, ¿eh? – Dije con una sonrisa.
– Sí. Y lo llevaré a la cárcel. Lo esposaré con estas mismas esposas. – Dijo con pasión, mientras me ensañaba unas esposas viejas.
– ¿Y esto? ¿Cómo es que tu padre te deja tener unas esposas?
– Dice que me irán bien para familiarizarme con ellas. Además, éstas son un poco viejas y se atrancan. Y no tengo la llave para abrirlas, es mi padre que tiene una copia de las llaves de las esposas.
– Ah… Entonces vas muy bien preparada.
– ¡Claro! Pillaré a ese ladrón. Lo encadenaré. – Ambos sonreímos con esa afirmación, aunque yo no lo hice de buena gana.
El resto del día se puede resumir en tres hechos: Aoko cabreado con Kaito Kid, Hakuba zumbando a mí alrededor y yo reflexionando sobre lo que debería hacer. “¿Debo decírselo? Sino estará toda la vida obsesionada y eso no puede ser… Pero… Me va a encarcelar, ¡Dios mío! No pueden pillar a Kaito Kid, la leyenda de mi padre debe permanecer siempre brillante.” Cuando llegué a mi casa me encontré que estaba solo, otra vez. Mi madre no estaba, pero eso ya lo sabía. De repente sonó el teléfono fijo y fui a cogerlo.
– ¿Kaito?
– ¿Sí?
– Soy Aoko. Le he contado a mi padre lo del mensaje y está muy feliz. Estoy tan contenta que tenía que decírselo a alguien. ¡Seguro que esta vez lo atrapa!
– Seguro. Entonces, deséale suerte de mi parte, Aoko.
– Claro, muchas gracias. Por cierto, la próxima luna llena será dentro de tres días, sin contar hoy, ¿verdad?
– Sí, eso creo.
– Gracias. Adiós, Kaito.
– Adiós.
En ese momento tomé una decisión. No podía dejar que las cosas continuasen así. Y medité sobre que manera podía… decírselo. Tres días, mañana, pasado y la noche del aviso. Lo conseguiría. Además, mañana era viernes y la noche de luna llena era domingo. Lo tenía todo bajo control. O eso creía.
El viernes por la tarde, después de fingir un día entero, le envié un mensaje a Aoko:
Aoko, creo k he descifrado la hora. No estoy muy seguro, así k no molestes a tu padre x eso. Estarás el domingo a las 10 en la azotea de Nichiuri TV?
Kaito
El mensaje apenas tardó unos minutos en ser respondido.
Claro, gracias por ayudarme a atraparlo. Llevaré las esposas. ^^
Aoko
Me supo muy amargo que se implicase tanto en lo de Kid. Antes de decidirme había barajado la posibilidad de citarla allí como Kaito Kuroba, pero ella me respondería que quedásemos en un sitio más normal y en otro momento, también. Pero yo iba a mostrarle la identidad de Kid, el ladrón. Las esposas me supieron todavía más amargas. Pasé el fin de semana con preparativos, la seguridad iba a ser grande y quería hacer unos arreglos en mi ala delta. A parte de bloquear los ascensores, Nakamori iba a poner vigilancia en las escaleras, seguro, aunque esas cosas no se las hubiese dicho a su hija. Guardias por todas partes, controles aleatorios, papeles y contraseñas secretas… Seguro que se esforzaría mucho. Yo me colaría por el mismo sitio de siempre… Gracias a la compañía de Aoko, me escabulliría y asistiría a la reunión que tengo concertada, tanto con el pequeño detective como con Aoko. Mi corazón se aceleraba al pensarlo, no me costaría nada hablar con Kudo, pero no podría decirle la verdad a Aoko, pero… Lo había decidido, y lo haría.
Con mi disfraz puesto me acerqué al borde de la azotea, se estaba poniendo el sol. Necesitaba unos minutos para mí, pero… El pequeño detective había llegado demasiado pronto. Él empezó a hablar e interrumpió mi silencio, mi concentración. Me giré despacio, era hora de que contase la verdad a una de las partes a quién se la debía. Expliqué la situación, poco a poco e intentando no recordar lo hecho mierda que me sentía, por mi padre, por Aoko… Finalmente hice un truco de desaparición, sólo una distracción para esconderme detrás del aparato de ventilación y pulsar el botón enviar. Casi pude ver su sonrisa. Cuando se marchó, busqué algún cacharro al que subirme. Para acceder a la azotea debes subir unas escaleras, y antes de salir al exterior debes abrir una puerta, por ello… Hay una pequeña zona cubierta, como un cubículo de baño portátil sobre el cual yo me sentaría para esperar a Aoko y hacer una aparición mágica. Cerca de la diez abrió la puerta con cautela y se asomó. Con un poco más de seguridad salió y cerró la puerta. Miró alrededor, se giró en todas direcciones y mientras me daba la espalda, aproveché para saltar detrás de sí. Mi capa revoloteó con el viento e hizo algo de ruido que me delató, entonces Aoko se giró y me vio. Oí su expresión de sorpresa y vi como se dibujaba en su cara una O perfecta con sus labios. Ella me miró y tuve la impresión que el resto de mi vida sólo había sido un sueño, que era esto lo único real, ella y yo. Miles de sentimientos en medio, mucho miedo… Y amor. Porque yo la amaba.
– No… Tú… - Dijo señalándome. Su expresión era parecida al pánico.
– Aoko, yo… - Empecé, pero me trabé. Me quité el sombrero y el monóculo, quería que me mirase a la cara sin adornos.
– Tú… - Continuó ella. – N-no… Kaito… Tú no eres…
Con tristeza terminé su frase.
– Un ladrón. – Dije mientras dejaba de mirarla a los ojos. Mi corazón latía con fuerza y me empujó a volver a mirarla a los ojos. – Kaito Kid, el ladrón fantasma. Y también Kaito Kuroba, tu mejor amigo.
Ella retrocedió unos pasos, quizás inconscientemente, pero me dolió.
– ¡No! – Dijo. - ¿Y aquella vez en el cine? En Tropic Land.
– Durante la película abrazaste una réplica de plástico. – Dije tristemente. – No te diste cuenta.
– ¿Y hace 8 años? ¡Éramos niños pequeños!
– El primer Kaito Kid era mi padre… - Dije mirando el suelo, con las manos en los bolsillos. – Su muerte no fue un accidente durante un espectáculo de magia. Lo mataron. Yo adopté su papel para averiguar lo que había pasado.
– Y… ¿lo has averiguado?
– Sí, pero no puedo seguir en esto, es demasiado peligroso. Y no podía seguir… haciéndote daño. – Dije con una leve incertidumbre.
– Entonces… Tú eres un ladrón. – Dijo, asumiéndolo.
– Sí, aunque nunca pude robarte. - Dije ruborizado a la vez que extendía los brazos hacia ella. – Merezco ir a la cárcel. Encadéname.
Ella se acercó con pasos vacilantes hacia mí, mientras se sacaba las esposas del bolsillo. Con dudas, me puso una esposa en la mano izquierda y también con dificultad. Yo sentía que me iba a morir.
– No. – Dijo ella de golpe. – Al único sitio que te quiero encadenar es a mi corazón. – Dijo mientras ella se ponía la otra esposa, en su mano izquierda, también.
La besé. Nos separamos para coger aire otra vez y la iba a besar otra vez cuando ella me paró.
– ¿Dejarás de ser Kaito Kid?
– Sí. – Dije extrañado.
Entonces ella me besó a mí, apasionadamente. La abracé fuerte, como pude, pues estábamos encadenados, pero no me importaba, es más, me gustaba.
– ¿Quieres volar en ala delta? – Le pregunté con una sonrisa.
– ¿Es seguro?
– Sí, la he modificado para que soporte el peso de los dos. – Dije con una sonrisa pícara.
– Entonces vale. – Dijo, y me deslumbró con una sonrisa más hermosa que la luna de esta noche.
– Un momento. – Dije mientras me dirigía a la puerta de la azotea.
– ¿Qué pasa?
– Debo dejar una nota a los inspectores. – Dije mientras escogía una de las muchas notas que había impreso y la colgaba.
– Habéis llegado tarde, mis inspectores. – Leyó ella. – No me he conformado con el tiempo del primer detective japonés, así que me llevo a la hija de Nakamori. – Ella se estaba poniendo roja. - Se la devolveré más tarde. El mago de la luna plateada.
– ¿Por qué has puesto eso?
– ¿Crees que nos podemos presentar ante tu padre para pedirle la llave de las esposas precisamente esta noche?
– No, pero… ¿Qué pensará?
– No te preocupes, algo se nos ocurrirá. – Dije con la misma sonrisa de antes. La abracé con los dos brazos mientras nos dirigíamos al borde del edificio. Salté y ella chilló.
– ¡UAAH! – Dijo mientras se agarraba muy fuerte a mí.
– Tranquila, aunque quisieses no podrías caerte, estamos esposados. – Recordé con una sonrisa burlona.
– Sí. – Dijo ella. - ¿Quién es el primer detective japonés, por cierto?
– Bueno, es… un viejo amigo de la familia. – Respondí misteriosamente. - ¿Quieres ver un lugar precioso?
– Claro. Aunque ver la ciudad correr bajo nuestros pies también es precioso.
– El sitio que te digo yo es especial. – Dije mientras viraba a la izquierda y nos acercábamos a una pequeña llanura que había en la parte exterior de la ciudad.
Desde allí, las luces eran más débiles y las estrellas lucían primorosamente. Había también un mirador al que iban las parejas jóvenes a besarse. En realidad, ése era mi objetivo. Aterrizamos en un sitio donde no había nadie y ella se removió algo incómoda.
– Lo siento, ¿te he hecho daño?
– No, es que apretabas un poco…
– Para que no te cayeses. – Dije con cara de ángel.
– ¿Y hacía falta que también me tocases el culo?
– Yo no he hecho nada parecido. – Negué vehemente con una sonrisa en los labios que me contradecía.
– ¿Dónde estamos?
– En este mirador mi padre se declaró a mi madre. – Dije mirándola a los ojos. – Por eso… - Hinqué una rodilla en el suelo y al estar encadenados ella se tuvo que agachar un poco. – Aoko, te quiero con toda mi alma. Prometo hacerlo toda mi vida y no dejar que nadie nunca te haga daño. ¿Quieres ser mi novia?
– Idiota. – Dijo con las manos en la cintura. – Sólo quieres verme las braguitas.
– Mentira. – Dije ruborizado.
– Pues quiero que sepas que son de peces. – Al escuchar esto me puse de pie inmediatamente. – Pero sí, yo también quiero pasar toda mi vida contigo. – Dijo mientras me besaba.
El resto de la noche pasó muy rápida entre besos, abrazos y poca cosa más. Bueno, también le susurré cosas al oído y ella se rió durante toda la noche. Por la mañana, antes de las siete nos presentamos en casa de Aoko, esposados.
– ¿Pero qué? – Chilló Nakamori al vernos, muy sofocado. - ¿Qué narices…?
– Señor Nakamori, no entendemos que ha pasado. Yo ayer me fui a dormir temprano a mi casa pero hoy nos hemos despertado esposados ¡y encima en lo alto de un edificio!
– Sí, papá. Creo que es obra de Kid. Ha dejado esta nota. – Dijo entregándole una nota que había impreso yo hacía media hora escasa.
– Inspector Nakamori, perdone mi última travesura. – Leyó él. – Pero encontré esas esposas y pensé que esto sería divertido. El mago de la luna plateada. Maldito Kid. Lástima que no lo pueda pillar ¡porque le arrancaría la cabeza!
– Calma, papá. No ha pasado nada… - Dijo Aoko. – Pero… ¿Nos puedes quitar las esposas? Llegaremos tarde a clase.
– ¿Eh? Sí, claro. – Dijo sacándose una mini llave de un bolsillo interior. Nos liberamos por fin y me marché con la excusa de recoger mis cosas.
Llegué a mi casa en un segundo y guardé la ropa de Kaito Kid en la habitación secreta de mi padre. Lo más difícil había sido cambiarse con una sola mano y con Aoko de espaldas. Alcancé a Aoko de camino al instituto y aproveché para darle un beso a escondidas. Llegamos a clase y decidimos anunciar a todo el mundo que estábamos saliendo, pero después de comer. Hakuba llegó el último, pero tuvo tiempo para tambalearse mientras decía:
– Ayer cuando llegué a casa me encontré que mi madre se había pasado por casa, pero como no coincidimos me había preparado un verdadero plato inglés. Me lo comí y estaba riquísimo pero me entró un sueño… Creo que Kid me puso un somnífero. – Dijo todavía tembloroso y mirando hacia mí.
– Vamos, Hakuba, ¿vas a darnos una excusa por haber llegado así? Seguro que ayer estuviste de juerga. – Dije recordando quiénes habían estado de verdad despiertos toda la noche.
– Kaito Kuroba, yo… - Dijo intentando reunir toda la fuerza que pudo. – Te pillaré.
Sonreí y le susurré tan bajo como pude:
– ¿Entonces, cocino bien? ()
*************************
Espero que os haya gustado, porque Kid no volverá a aparecer, a partir de ahora os tendréis que conformar con el pequeño Conan, sus ansias de recuperar su apariencia adolescente, su insana obsesión por Ran y su gilipollez normal. (Que conste que lo quiero mucho, ¿eh? Pero Kid es mejor :3)
Everglo- Necesario para la organización
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Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Aquí os dejo otro capi, espero que alguien lo disfrute.
*****************************
Capítulo 4 Las verdades de Haibara
Ayer había sido el día en el que me encontré con Kaito Kid y hoy debía ir a la escuela. No dejaba de dar vueltas a lo que me había dicho Kaito y necesitaba hablar con Haibara cuanto antes. Aún así, me levanté temprano y lo dejé todo listo para marcharme rápido. Muchas veces me encontraba con la Liga de Detectives Júnior, pero hoy necesitaba reflexionar. “¿De verdad se refería a una cosa tan monstruosa? Era increíble.” Pasé el resto del día pensando, ensimismado en mí mismo y observando sobre todo a Haibara. También intentaba diseccionar todo lo que sabía de la Organización Negra y darle un nuevo significado con la información que me había proporcionado Kaito. Durante el día apenas presté atención a la señorita Kobayashi, ni tampoco a los niños de la liga. En cambio, Haibara se dio cuenta que no paraba de mirarla. A la hora de comer, que había sopa de miso, arroz y fruta, Haibara me habló cuando pasó por mi lado:
– ¿Es que te vas a declarar?
– ¿Qué?
– Cuando un chico mira tanto una chica, significa que se le va a declarar.
Me sonrojé y murmuré algo así como que tuviese cuidado con Mitsuhiko entonces, y ella se volvió a callar, pasando de mí y dejándome solo con mis pensamientos durante el resto del día. Sonó la campana que marcaba el fin del día y yo me alegré como nunca lo había hecho durante mi vida en la escuela Teitan.
– Conan, hoy estás muy raro. ¿Te encuentras bien? – Dijo Ayumi con voz preocupada.
– Sí, sí, estoy bien. Es sólo que estaba pensando en un caso…
– ¿Qué caso? – Dijo Mitsuhiko – ¡La liga de Detectives Júnior descubrirá lo que ha ocurrido! Cuétanos el caso, Conan.
– Ah, bueno… - Dije algo sorprendido. Yo me había inventado lo del caso, no era cierto, pero no podía explicarle que estaba pensando en una especie de mafia muy peligrosa de la que Haibara era una ex-miembro. – Es que es un caso de Kogoro, es muy complicado y me gustaría ayudarle. – Dije intentando salir de la situación.
– ¡Pues cuéntalo! – Insistió Genta.
– Es que es muy largo, ¿sabéis? Hay un montón de pistas extrañas y si os lo cuento quizás me olvido de algo. – Dije, intentando colársela.
– Bueno, tienes razón. Un detective debe ser ordenado y no dejarse nada. – Dijo Mitsuhiko.
– Sí… - Dijo Ayumi, desilusionada.
– Eh, chicos… ¿Sabéis que aquí preparan un arroz con anguilas buenísimo? – Dijo Genta.
– ¡GENTA!!! – Gritamos todos a la vez, excepto Haibara, que había estado apartada de la conversación des del principio.
Mientras los niños sermoneaban a Genta aproveché para acompasarme al paso de Haibara y hablar con ella.
– Oye, Haibara, ¿estarás en casa luego?
– ¡Idiota! ¿Dónde voy a estar sino? ¿Haciendo señales de humo a Gin?
La mención a la Organización me puso los pelos de punta. Haibara estaba susceptible… Y aunque yo no sabía de esas cosas no creía que fuese lo que le ocurre a Ran cada mes. Éramos demasiado pequeños.
– Oíd, chicos, voy a casa rápido, quizás Kogoro ha descubierto algo nuevo. ¡Adiós! – Dije acelerando el paso y perdiéndolos de vista.
Llegué a la agencia en un santiamén. Kogoro no estaba ni borracho ni estaba mirando la televisión chillando “GO, GO YOKO!” así que supuse que esperaba una visita. Hacía días que no teníamos un caso y la verdad, no me importaba lo más mínimo los casos normales, yo andaba tras la Organización. Dejé la mochila en el piso. Ran no estaba, hoy tenía entrenamiento de Kárate. Cogí unas galletas de la despensa, un zumo y salí por la puerta dispuesto a interrogar a Haibara. Nada más abrir la puerta vi la cara de los niños de la Liga, muy emocionados.
– Un nuevo caso, ¿verdad, Mitsuhiko? – Dijo Genta con cara de niño revoltoso.
– Sí, Genta. Este caso será el que lanzará a la fama la Liga de Detectives Júnior; siendo tan difícil…
– ¡Chicos! No buscamos fama, sólo queremos ayudar a la gente, ¡ése es el lema de la Liga! – Dijo Ayumi enfadada.
– Es que… chicos… Bueno, cuando volví a casa, Kogoro ya lo había resuelto. Así que al final no podremos resolverlo, lo siento.
– ¿Cómo? – Dijeron los tres. – ¡Pero si Kogoro siempre necesita que le ayudes! – “Hay que ver, si lo saben hasta los niños…” Pensé con fastidio porque no podía solucionar la situación.
– Ya, pero resulta que el inspector y Kogoro tuvieron una idea para pillar el asesino y lo atraparon sin hacer falta descubrir cómo lo hizo. Confesó allí mismo.
– ¡Pero puede que esté encubriendo a alguien! ¡Debemos averiguar el método!
– También puede ser que alguien le haga chantaje para que se declare culpable… - Caviló Mitsuhiko.
– No, chicos, el caso está resuelto. ¡Idos a casa!
– Bueno… Podríamos ir a casa del Profesor Agase, ¿no? Decía que tenía un nuevo videojuego.
“Parece que lo hagan expresamente estos niños”
– Hoy no puedo ir a casa del Profesor, ¿podríamos ir mañana?
– Claro, Conan. ¡No hay problema! – Dijo Ayumi.
– ¿Pero no podemos ir hoy también? – Dijo Genta. – Igual nos invita a merendar…
– ¡Mañana, Genta! – Dijeron Mitsuhiko y Ayumi.
Se marcharon podo después y cuando estuve seguro de que ya no me los encontraría, salí a la calle. Haibara había tenido tiempo de llegar a casa, así que cogí mi monopatín para ir más rápido. Llegué en pocos minutos. Abrí la verja y llamé al timbre. Antes de que nadie abriese retrocedí unos pasos para mirar mi casa, la casa de los Kudo. Allí vivía Okiya, y aunque no me preocupaba en absoluto que viviese cerca de Haibara, me preocupaba los cuidados que podría dar a los libros de mi padre. Ningún Kudo permitiría que rompiese una página, la doblase, la manchase o maltratase un libro en general. Volvía a acercarme a la entrada de la casa de Agase y pude oír las ruidosas pisadas, aunque amortiguadas por unas zapatillas, del Profesor.
– Hola, Shinichi, ¿qué te cuentas?
– Nada, Profesor, sólo quería hablar con Haibara.
– ¿Y no has podido en el colegio? – Rió Agase.
– Profesor… Estaba la Liga delante.
– Ah, entonces… ¿le quieres decir algo privado? – Dijo mientras me guiñaba el ojo.
– ¡Profesor!!! Déjeme pasar y no diga tonterías.
Me abrí camino hasta el salón y allí vi a Haibara con el ordenador de Agase. Me senté en uno de los sofás y esperé a que me dijese algo. Ella sólo me miró y siguió a lo suyo.
– ¿Qué haces? – Pregunté tan delicadamente como pude.
– Leer las noticias. – Dijo ella.
– Haibara, yo… Querría hablar contigo de algo serio. – Mientras me oía dio un par de clics al ordenador y luego se giró hacia mí sentada en la silla rotatoria.
– ¿Qué ocurre, Kudo?
– Quiere preguntarte unas cosas, pero antes quiero que me prometas que me dirás la verdad. No me hacen faltan detalles, me conformaré con un sí o un no.
– Te lo prometo. Ahora dispara.
– Haibara, ¿recuerdas aquella vez en la que Agase y yo estuvimos leyendo un disquete en el ordenador, tú apareciste y a la mañana siguiente me tuviste que sacar de una taquilla?
– Sí, lo recuerdo.
– Dijiste que tus padres investigaban algo capaz de resucitar a los muertos. ¿Es cierto?
– ¡Oh, vamos! ¡Sólo era una broma!
– Haibara, te he pedido que me digas la verdad. – Dije serio. Ella calló.
– Mis padres investigaban algo similar. Es más, creo que mi padre lo consiguió, no eso exactamente, sino la fórmula de la juventud eterna. Cuando lo averiguó quiso compartirlo con la misma comunidad científica que lo despreció, pero la Organización no permite fugas de información. Cuando estuvieron seguros de que tenían sus notas, lo mataron. No es lo que me dijeron, pero es lo que he deducido entre lo que escuché en la Organización y lo que me dijo mamá en los casettes para mi cumpleaños. Su experimento fue Vermouth, ¿sabes? Por eso no cambia aunque tenga ya muchos años. pero les salió mal la jugada. – Dijo amargamente. – Aunque tenían las notas no pudieron conseguir lo mismo que él. Por eso comenzó la investigación de la apotoxina… Al principio creí que sería algo bueno, un medicamento para alargar la vida. Obtuvimos resultados, pero a la cúpula de la Organización no le bastaba. Ni a Gin. Empezó a acosarme… - Dijo, pero frunció los labios como si no fuese a decir nada más sobre eso. Encajó la mandíbula, seguramente con tanta fuerza que podría cerciorar un dedo. – Redirigieron la investigación. No les servía una vida más larga, querían una vida perpetua en un cuerpo joven y fuerte. Puede que el jefe tenga una enfermedad terminal. Pero ha esperado muchos años, puede que sólo sea otro loco en busca de algo que no existe: la eternidad.
Nos quedamos en silencio. Siempre que hablábamos de la Organización, el aire se enrarecía, serpenteaba alrededor nuestro como un gas venenoso. También era común el silencio, tan real como ese aire extraño.
– Gracias, Haibara. Siento habértelo pedido. te he dicho muchas veces que te protegeré de la Organización, pero en realidad no hago más que recordártela, yo… lo siento.
– No te disculpes. – Dijo ella sin mirarme, de espaldas. Estaba seguro que quería ocultar lágrimas, aunque su voz era firme. – Supongo que es normal… - Dijo con un leve temblor por las palabras anteriores. – Eres idiota.
No lo dijo como un insulto, sólo como un hecho que alguien debía recordarme. Idiota, era idiota. “Si no me lo llega a recordar ella, igual no duermo bien esta noche.” Pensé sarcástico. Pero lo que me había dicho Haibara me preocupaba y mucho. Porque los locos poderosos son más peligrosos que los cuerdos astutos.
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Capítulo 4 Las verdades de Haibara
Ayer había sido el día en el que me encontré con Kaito Kid y hoy debía ir a la escuela. No dejaba de dar vueltas a lo que me había dicho Kaito y necesitaba hablar con Haibara cuanto antes. Aún así, me levanté temprano y lo dejé todo listo para marcharme rápido. Muchas veces me encontraba con la Liga de Detectives Júnior, pero hoy necesitaba reflexionar. “¿De verdad se refería a una cosa tan monstruosa? Era increíble.” Pasé el resto del día pensando, ensimismado en mí mismo y observando sobre todo a Haibara. También intentaba diseccionar todo lo que sabía de la Organización Negra y darle un nuevo significado con la información que me había proporcionado Kaito. Durante el día apenas presté atención a la señorita Kobayashi, ni tampoco a los niños de la liga. En cambio, Haibara se dio cuenta que no paraba de mirarla. A la hora de comer, que había sopa de miso, arroz y fruta, Haibara me habló cuando pasó por mi lado:
– ¿Es que te vas a declarar?
– ¿Qué?
– Cuando un chico mira tanto una chica, significa que se le va a declarar.
Me sonrojé y murmuré algo así como que tuviese cuidado con Mitsuhiko entonces, y ella se volvió a callar, pasando de mí y dejándome solo con mis pensamientos durante el resto del día. Sonó la campana que marcaba el fin del día y yo me alegré como nunca lo había hecho durante mi vida en la escuela Teitan.
– Conan, hoy estás muy raro. ¿Te encuentras bien? – Dijo Ayumi con voz preocupada.
– Sí, sí, estoy bien. Es sólo que estaba pensando en un caso…
– ¿Qué caso? – Dijo Mitsuhiko – ¡La liga de Detectives Júnior descubrirá lo que ha ocurrido! Cuétanos el caso, Conan.
– Ah, bueno… - Dije algo sorprendido. Yo me había inventado lo del caso, no era cierto, pero no podía explicarle que estaba pensando en una especie de mafia muy peligrosa de la que Haibara era una ex-miembro. – Es que es un caso de Kogoro, es muy complicado y me gustaría ayudarle. – Dije intentando salir de la situación.
– ¡Pues cuéntalo! – Insistió Genta.
– Es que es muy largo, ¿sabéis? Hay un montón de pistas extrañas y si os lo cuento quizás me olvido de algo. – Dije, intentando colársela.
– Bueno, tienes razón. Un detective debe ser ordenado y no dejarse nada. – Dijo Mitsuhiko.
– Sí… - Dijo Ayumi, desilusionada.
– Eh, chicos… ¿Sabéis que aquí preparan un arroz con anguilas buenísimo? – Dijo Genta.
– ¡GENTA!!! – Gritamos todos a la vez, excepto Haibara, que había estado apartada de la conversación des del principio.
Mientras los niños sermoneaban a Genta aproveché para acompasarme al paso de Haibara y hablar con ella.
– Oye, Haibara, ¿estarás en casa luego?
– ¡Idiota! ¿Dónde voy a estar sino? ¿Haciendo señales de humo a Gin?
La mención a la Organización me puso los pelos de punta. Haibara estaba susceptible… Y aunque yo no sabía de esas cosas no creía que fuese lo que le ocurre a Ran cada mes. Éramos demasiado pequeños.
– Oíd, chicos, voy a casa rápido, quizás Kogoro ha descubierto algo nuevo. ¡Adiós! – Dije acelerando el paso y perdiéndolos de vista.
Llegué a la agencia en un santiamén. Kogoro no estaba ni borracho ni estaba mirando la televisión chillando “GO, GO YOKO!” así que supuse que esperaba una visita. Hacía días que no teníamos un caso y la verdad, no me importaba lo más mínimo los casos normales, yo andaba tras la Organización. Dejé la mochila en el piso. Ran no estaba, hoy tenía entrenamiento de Kárate. Cogí unas galletas de la despensa, un zumo y salí por la puerta dispuesto a interrogar a Haibara. Nada más abrir la puerta vi la cara de los niños de la Liga, muy emocionados.
– Un nuevo caso, ¿verdad, Mitsuhiko? – Dijo Genta con cara de niño revoltoso.
– Sí, Genta. Este caso será el que lanzará a la fama la Liga de Detectives Júnior; siendo tan difícil…
– ¡Chicos! No buscamos fama, sólo queremos ayudar a la gente, ¡ése es el lema de la Liga! – Dijo Ayumi enfadada.
– Es que… chicos… Bueno, cuando volví a casa, Kogoro ya lo había resuelto. Así que al final no podremos resolverlo, lo siento.
– ¿Cómo? – Dijeron los tres. – ¡Pero si Kogoro siempre necesita que le ayudes! – “Hay que ver, si lo saben hasta los niños…” Pensé con fastidio porque no podía solucionar la situación.
– Ya, pero resulta que el inspector y Kogoro tuvieron una idea para pillar el asesino y lo atraparon sin hacer falta descubrir cómo lo hizo. Confesó allí mismo.
– ¡Pero puede que esté encubriendo a alguien! ¡Debemos averiguar el método!
– También puede ser que alguien le haga chantaje para que se declare culpable… - Caviló Mitsuhiko.
– No, chicos, el caso está resuelto. ¡Idos a casa!
– Bueno… Podríamos ir a casa del Profesor Agase, ¿no? Decía que tenía un nuevo videojuego.
“Parece que lo hagan expresamente estos niños”
– Hoy no puedo ir a casa del Profesor, ¿podríamos ir mañana?
– Claro, Conan. ¡No hay problema! – Dijo Ayumi.
– ¿Pero no podemos ir hoy también? – Dijo Genta. – Igual nos invita a merendar…
– ¡Mañana, Genta! – Dijeron Mitsuhiko y Ayumi.
Se marcharon podo después y cuando estuve seguro de que ya no me los encontraría, salí a la calle. Haibara había tenido tiempo de llegar a casa, así que cogí mi monopatín para ir más rápido. Llegué en pocos minutos. Abrí la verja y llamé al timbre. Antes de que nadie abriese retrocedí unos pasos para mirar mi casa, la casa de los Kudo. Allí vivía Okiya, y aunque no me preocupaba en absoluto que viviese cerca de Haibara, me preocupaba los cuidados que podría dar a los libros de mi padre. Ningún Kudo permitiría que rompiese una página, la doblase, la manchase o maltratase un libro en general. Volvía a acercarme a la entrada de la casa de Agase y pude oír las ruidosas pisadas, aunque amortiguadas por unas zapatillas, del Profesor.
– Hola, Shinichi, ¿qué te cuentas?
– Nada, Profesor, sólo quería hablar con Haibara.
– ¿Y no has podido en el colegio? – Rió Agase.
– Profesor… Estaba la Liga delante.
– Ah, entonces… ¿le quieres decir algo privado? – Dijo mientras me guiñaba el ojo.
– ¡Profesor!!! Déjeme pasar y no diga tonterías.
Me abrí camino hasta el salón y allí vi a Haibara con el ordenador de Agase. Me senté en uno de los sofás y esperé a que me dijese algo. Ella sólo me miró y siguió a lo suyo.
– ¿Qué haces? – Pregunté tan delicadamente como pude.
– Leer las noticias. – Dijo ella.
– Haibara, yo… Querría hablar contigo de algo serio. – Mientras me oía dio un par de clics al ordenador y luego se giró hacia mí sentada en la silla rotatoria.
– ¿Qué ocurre, Kudo?
– Quiere preguntarte unas cosas, pero antes quiero que me prometas que me dirás la verdad. No me hacen faltan detalles, me conformaré con un sí o un no.
– Te lo prometo. Ahora dispara.
– Haibara, ¿recuerdas aquella vez en la que Agase y yo estuvimos leyendo un disquete en el ordenador, tú apareciste y a la mañana siguiente me tuviste que sacar de una taquilla?
– Sí, lo recuerdo.
– Dijiste que tus padres investigaban algo capaz de resucitar a los muertos. ¿Es cierto?
– ¡Oh, vamos! ¡Sólo era una broma!
– Haibara, te he pedido que me digas la verdad. – Dije serio. Ella calló.
– Mis padres investigaban algo similar. Es más, creo que mi padre lo consiguió, no eso exactamente, sino la fórmula de la juventud eterna. Cuando lo averiguó quiso compartirlo con la misma comunidad científica que lo despreció, pero la Organización no permite fugas de información. Cuando estuvieron seguros de que tenían sus notas, lo mataron. No es lo que me dijeron, pero es lo que he deducido entre lo que escuché en la Organización y lo que me dijo mamá en los casettes para mi cumpleaños. Su experimento fue Vermouth, ¿sabes? Por eso no cambia aunque tenga ya muchos años. pero les salió mal la jugada. – Dijo amargamente. – Aunque tenían las notas no pudieron conseguir lo mismo que él. Por eso comenzó la investigación de la apotoxina… Al principio creí que sería algo bueno, un medicamento para alargar la vida. Obtuvimos resultados, pero a la cúpula de la Organización no le bastaba. Ni a Gin. Empezó a acosarme… - Dijo, pero frunció los labios como si no fuese a decir nada más sobre eso. Encajó la mandíbula, seguramente con tanta fuerza que podría cerciorar un dedo. – Redirigieron la investigación. No les servía una vida más larga, querían una vida perpetua en un cuerpo joven y fuerte. Puede que el jefe tenga una enfermedad terminal. Pero ha esperado muchos años, puede que sólo sea otro loco en busca de algo que no existe: la eternidad.
Nos quedamos en silencio. Siempre que hablábamos de la Organización, el aire se enrarecía, serpenteaba alrededor nuestro como un gas venenoso. También era común el silencio, tan real como ese aire extraño.
– Gracias, Haibara. Siento habértelo pedido. te he dicho muchas veces que te protegeré de la Organización, pero en realidad no hago más que recordártela, yo… lo siento.
– No te disculpes. – Dijo ella sin mirarme, de espaldas. Estaba seguro que quería ocultar lágrimas, aunque su voz era firme. – Supongo que es normal… - Dijo con un leve temblor por las palabras anteriores. – Eres idiota.
No lo dijo como un insulto, sólo como un hecho que alguien debía recordarme. Idiota, era idiota. “Si no me lo llega a recordar ella, igual no duermo bien esta noche.” Pensé sarcástico. Pero lo que me había dicho Haibara me preocupaba y mucho. Porque los locos poderosos son más peligrosos que los cuerdos astutos.
Everglo- Necesario para la organización
- Mensajes : 1061
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Fecha de inscripción : 30/12/2011
Edad : 33
Localización : En alguna misión para la Organización
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Síguelo, por favor. Ardo en deseo en saber como continua...
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Gracias, Orujo. Lo siento, pero últimamente no estoy inspirada para nada, no sale nada más que un párrafo con esfuerzo y lágrimas y parece mierda. Nunca creí que lo de la inspiración sería cierto hasta ahora, aún así, puedo daros este capítulo. Disfrutad. ^^
*******************
Capítulo 5 El caso del doble chantaje (El secuestro del niño)
Ya había vuelto a casa y Kogoro iba trajeado, elegante, con el bigote cuidado y un brillo en los ojos de detective profesional. Sí, era un caso, pero éste se lo tomaba más en serio que de lo normal. ¿Una clienta joven y guapa, quizás? No. Debía de ser un cliente podrido de dinero con un caso sencillo pero muy bien remunerado. Está bien, mientras luego Kogoro no se lo gaste en cervezas y el pachinko... Kogoro se había puesto también un traje con corbata y Ran se había arreglado. Yo llevaba la ropa con la que había ido a la escuela pero me encaminé con naturalidad hacia ellos, porque sin mí, Kogoro no recibiría ni un yen. Subimos a un coche elegante, era extranjero, inglés. Yo no entendía de coches tanto como Heiji, pero era un BMW negro, discreto pero elegante. Y caro en Japón. Caí en la cuenta de que BMW era en realidad alemán, pero tenía el volante como en Inglaterra, sin duda, una excentricidad del dueño, que no le debía faltar dinero para nada. El hombre que nos abrió la puerta se sentó como copiloto y le dio unas instrucciones al chofer. Salimos de la ciudad por una autopista central, pero pronto nos desviamos hacia algo que parecía ser un pueblo, no, el nombre me despistó, era una villa. Era una mansión de residencia que probablemente estaba allí hacía años, cuando las cosas eran distintas y la gente no vivía en la ciudad. Aunque tampoco tenía ese patrimonio. Llegamos a una hermosa mansión de estilo victoriano, ese hombre o bien tenía una herencia suculenta, o bien la Fortuna le había sonreído hasta desdentarse, quién sabe. El hombre nos ayudó a bajar y nos condujo por un camino, un mosaico de piedras sólidas, como granito y cuarzo. A ambos lados había una especie de faros negros, que al ser todavía de día, no estaban encendidos.
– Son unos focos muy logrados. – Dijo sonriendo amablemente Kogoro. Había olvidado que ser pelota también era su punto fuerte.
– Sí, ¿verdad? – Respondió con una sonrisa anchísima el hombre, que parecía un cincuentón agradable. – pero se equivoca, señor Mouri, no son sólo focos. ¿Ve esta franja de cristal? Tienen instaladas cámaras hipersensibles para grabar todos los posibles intrusos.
– ¡Oh! Es increíble… - Kogoro se calló y entramos en la casa. Antes, el hombre marcó una larga lista de dígitos para desconectar la alarma y entonces entramos, dándonos la bienvenida.
Esperamos en la puerta apenas unos minutos, por las escaleras centrales bajó un hombre, aristocráticamente y comprendimos que nuestro acompañante en el coche no era ni mucho menos el dueño, sólo era el… mayordomo. Y que este hombre era el señor de la casa. El que tenía un caso para Kogoro, el durmiente.
– ¿Es usted el detective Mouri? – preguntó el hombre. – Soy el señor Kazuyoshi, el amo de esta casa. – Dijo sonriendo ante algo evidente.
– Es un placer, señor Kazuyoshi. Esta es mi hija Ran, y éste es el hijo de unos amigos, del cuál nos hacemos cargo temporalmente. – Ja, ja. Mi madre le había dado dos millones de yenes por las molestias que ocasionaba, creo que con esa cantidad podría mantenerme hasta que cumpliese al menos la mayoría de edad con mi forma actual. Si además contábamos que los casos de Kogoro, el durmiente los resolvía yo…
– Mucho gusto, señor Kazuyoshi. – Dijo Ran, tímida.
– Mucho gusto. – Respondí yo también.
– Supongo que sabrán de la delicadez de mi situación, ¿verdad? – Dijo Kazuyoshi mientras nos conducía a una sala de estar. La verdad es que yo sólo me había acoplado, no sabía si era un asesinato (que en este caso no podía ser), una investigación a la novia del primogénito o la resolución de un viejo enigma en el testamento del tatarabuelo. Sin embargo, la situación era delicada.
– Lo sabemos, señor Kazuyoshi. No se preocupe por la discreción, es algo que siempre garantizo a mis clientes. – Dijo con un tono muy profesional Kogoro.
– Comprendo. Bueno, el señor Yamagami (que ya lo conoce, es la persona que lo ha traído hasta aquí) es mi mayordomo. La señorita Yatamoto es nuestra niñera. – Dijo señalando a una mujer a la que no había visto todavía. Ciertamente, el nombre de señorita sólo lo ostentaba porque no estaba casada, pero era una mujer que rondaba los cuarenta y tenía fuerza para estrangular un buey, si hiciese falta. – Y ella es mi esposa, Yumi Kazuyoshi.
– Un placer. – Dijo Kogoro, serio, a pesar que la mujer era toda una belleza, morena, de pelo largo y liso y unas pestañas que rozaban el infinito.
– No sea tan serio, ¡hombre! ¡Que me hará sentir vieja! – Dijo la mujer, aunque manteniendo la compostura, con un rastro de sonrisa. Al instante se rompió la máscara de seriedad de Kogoro y puso la cara de viejo verde que solía poner, aunque debo de reconocer que la disimuló bastante bien.
– Detective Mouri, - Dijo Kazuyoshi. – han secuestrado a mi hijo, y debo recuperarlo, sea como sea. Es mi hijo. – Imploró el hombre, casi llorando.
– No se preocupe, señor, lo encontraremos.
– Gracias. – Dijo suspirando sin una pizca de alivio y con todo el dolor en la cara. - Bueno, está usted en esta sala, aquí, porque estas tres personas son las únicas que pueden haber secuestrado a mi pequeño Heizo… Debe tener la edad del niño. – Dijo mirándome con el corazón roto. – Siento decíroslo así, - Dijo mirando a toda la sala. – pero tiene que ser alguno de los tres. Y para evitar líos y enredos no les he dicho nada de que sospechaba de alguien de aquí hasta ahora. – Dijo seriamente. – No puedo permitir que tengan la oportunidad de escapar, con mi hijo.
– Es cierto, señor. – Dijo Kogoro asintiendo. – Ha sido todo un golpe de efecto. Decía que sospechaba que era alguien de fuera, por lo que ahora mismo, el secuestrador puede haber dejado pistas sin borrar. Explíqueme el caso detalladamente, por favor. – Se dirigió hacia el mayordomo, niñera y la señora. – Discúlpenme, pero es mi trabajo, seguro que en realidad son inocentes, excepto uno, claro. – Dijo haciendo una broma de mal gusto y sin gracia que nadie rió, pero que probablemente él no había hecho expresamente.
– Sí. – Dijo Kazuyoshi. – Bien, mis motivos para sospechar de ellos es que son las personas más allegadas a mí y mi hijo, aunque era muy confiado no dejaría que un desconocido se lo llevase. Ni aunque fuese del servicio, él sólo confiaba en mi esposa, en Yamagami y en Yatamoto. Antes lo mordería y gritaría. – Dijo severamente y frunciendo el ceño, desesperado y preocupado a partes iguales.
– Entonces es evidente que sospeche de alguno de los tres.
Todos tenían una expresión que era idéntica a la de una olla a presión, querían decir algo y de un momento a otro reventarían. La primera en reventar fue la mujer.
– Cariño, ¿cómo puedes creer que yo podría hacerle algo a Heizo? – Dijo consternada.
– Querida, sabes que si me llevo por mis sentimientos no encontraremos al culpable, porque me dolería pensar que cualquiera de los aquí presentes me ha traicionado.
– Señor, yo… - Dijo alguien, quizás el mayordomo, aunque no lo supe del cierto.
– Calla. Callad. - Dijo mirándolos a los ojos. – Quiero encontrar a mi hijo y luego hablaremos de lo muy ultrajados que os sentís frente a esta acusación.
Se produjo un silencio que rompió Kogoro.
– ¿A qué hora se dio cuenta de que Heizo no estaba?
– Una hora y un poco más después de salir de su escuela.
– Ajá. ¿Entonces fue el chofer de las últimas personas en verle?
– ¡No, por Dios! – Dijo con una sonrisa cansada. – Ya le he dicho que mi hijo no se subiría a un coche con alguien que desconfiase, aunque fuese mi coche.
– Entonces… ¿Quién fue a buscar al niño al colegio?
– Es Yamagami quien se encarga de esas cosas. – Dijo, a la vez que él asentía con la cabeza.
– Comprendo. – Kogoro estaba haciendo un papel muy profesional. - ¿Alguien más lo vio junto al niño al llegar a casa?
– No, señor. No fui yo quien fue a buscar al señorito Heizo.
Kogoro se sorprendió, pero el señor Kazuyoshi todavía más.
– ¿Entonces? – Dijo él, extrañado.
– Le pedí a la señorita Yatamoto que lo hiciese por mí.
– ¿Por qué motivo? – Preguntó el hombre, seguramente se sentía engañado de que no se le hubiese informado.
– Porque tenía una cita con el médico a la cual no podía faltar. Señor, siento decirlo en este momento, pero están estudiando que tenga una enfermedad de esas que son minoritarias. Por eso necesitaré muchas consultas a médicos especialistas y no quería abusar de su bondad pidiéndole cada vez una tarde libre.
– ¿Por qué no me lo ha dicho antes, Yamagami?
– Porque puede que todo quede en nada. Estudian si tengo una enfermedad que ha sido detectada en mi padre, si fuese así, querrían hacer estudios sobre el factor genético de la enfermedad.
– ¡Por Dios, señor Yamagami! ¡Yo podría ayudarle! Pero explíqueme en que consiste esa enfermedad.
– Si lo que le preocupe es que sea contagiosa, no se preocupe señor. No es nada de eso. – Dijo forzadamente. – Yo mismo me retiraría del servicio si fuese así.
– Sabe que no le pregunto nada de eso. – Dijo mosqueado el hombre. – Aún así, perdóneme, Yamagami, pero deseo encontrar a mi hijo, hablaremos más tarde.
– Por supuesto. – Aceptó el hombre.
Kogoro carraspeó para devolver por fin la atención al caso.
– Si no me equivoco, decíamos que la señorita Yatamoto había traído a Heizo des del colegio hasta la mansión, ¿verdad? ¿Por qué no lo hace habitualmente? Es la niñera, ¿no?
– Sí. Pero también suelo llevar las cuentas de la casa. – Afirmó la misma señorita.
– ¿Hay alguien que haya visto al niño dentro de la casa esa tarde? ¿Alguien lo puede confirmar?
– El chofer. Como esa tarde el señor no se movió de casa. El chofer aparcó y entramos los tres a la vez.
– Y eso fue… - Preguntó Kogoro.
– Ayer. – Dijo la señora de la casa.
– Sí. Ya hemos recibido una llamada del secuestrador con sus condiciones. – Dijo con la misma mirada de antes Kazuyoshi.
– ¿Qué ha dicho?
– Pasado mañana quiere que le entregue 18 millones de yenes. Debo meterlos en un maletín y dejarlo en un sitio que él me indicará.
– ¿18… millones de…? – Dijo Kogoro entrecortadamente. Era una cifra desorbitante.
– Sí, pero lo peor es que no tengo esa cifra de dinero. Si diese toda mi fortuna y vendiese todos mis bienes, algo que no puedo hacer en dos días, conseguiría como máximo unos 12 millones. Nada más. Por eso debe ayudarme.
– Claro. – Dijo todavía sorprendido Kogoro. – Debemos repasar las coartadas de estas tres personas.
– Sí, es cierto. Adelante. – Dijo señalando con un gesto a los tres sospechosos y a Kogoro.
El mayordomo fue el primero en hablar.
– Yo fui al médico. Volví después de que nos diésemos cuenta de la desaparición del señorito.
– Yo lo traje a casa. Luego fui a la cocina, donde repasé los presupuestos y las facturas. – Dijo la señorita. – Hay varias personas que se lo pueden confirmar.
– Yo estaba en la habitación de música. Bajé al despacho de mi marido para buscar mi violín y volví a subir para tocar con tranquilidad en la habitación que uso.
– ¿Usted toca el violín? – Dije con entusiasmo fingido, pues había algo que no encajaba.
– Claro, pequeño.
– ¿Y porqué guarda el violín tan lejos? ¿No sería más fácil guardarlo en la misma habitación?
– Sí, bueno. Pero es que el despacho es más seguro que la habitación de música.
– Aah. – Dije con la misma voz que ponía con los adultos mientras duraba una investigación. - ¿Podemos ver el lugar donde lo gurda?
– Claro, si a ti no te parece mal… - Dijo la señora mirando a Kuzuyoshi.
– No pasará nada. También forma parte del caso. – Dijo el hombre, aunque un poco a regañadientes, pues creía que nos desviábamos del caso.
Nos guió por la planta baja de la mansión hasta una bonita sala, que tenía el techo acristalado y por donde entraba mucha luz. Era una especie de anexo para poder crear ese espacio. La decoración también era exquisita, había cigüeñas y todo tipo de pájaros de largas patas hechos de cristal muy fino y cenefas de piedras incrustadas. También había cuadros europeos del Renacimiento y el Neoclasicismo. Incluso vi un manuscrito, tras una vitrina, de finales del periodo Edo. La mujer se encaminó hacia un armario transparente, se agachó un poco y nos señaló un estuche.
– Aquí guardo mi violín. – Dijo sonriendo.
– Vaya, señor Kazuyoshi, tiene un despacho increíble. – Dijo Ran, maravillada.
– ¿Te gusta? La verdad es que a mí me cautiva. – Dijo mirando a su alrededor. – Sin embargo, aquí no parece haber ninguna prueba del secuestro de mi hijo.
– Cierto, quizás deberíamos ir a la sala donde la señora toca el violín.
– Sí. – Dijo Kazuyoshi y todos seguimos a los señores que n os guiaban por la casa, porque desaparecer en ese momento sería hacer que sospechasen de que eres el secuestrador e informas a un cómplice de que el padre sospecha.
Subimos las escaleras y al fondo de la planta encontramos una sala insonorizada. Era amplia, con las paredes adecuadas para devolver el sonido y tenía un enorme sofá donde escuchar música. También había un aparato de música muy sofisticado y una gran colección de CDS. El señor Yamagami parecía acariciaba el aparato de música, admirado, a través de sus guantes blancos.
– Vaya. – Dijo Kogoro. – Así que tiene una habitación sólo para usted.
– Sí. – Confirmó el marido. – Yo no entro nunca, no se me da bien la música. Ni tampoco sé apreciarla, según mi esposa.
– Entonces dice usted que estuvo aquí, ¿no?
– Sí, bajé más tarde y enteré de lo sucedido.
– Bueno, no lo puede confirmar nadie, pero tampoco nadie la ha visto fuera de la habitación, ¿cierto?
– Exacto. – Dijo ella.
– Bueno, - Dijo Kogoro. - ¿puede llevarnos hasta alguien que le haya visto en la cocina, señorita? – Dijo a Yatamoto.
– Sí. – Bajamos otra vez y fuimos a la cocina. Allí ella preguntó una cosa a alguien y nos dirigimos al comedor, donde estaban poniendo la mesa, con sus manteles y adornos. – Fujiko, ¿puedes decirles dónde estaba yo ayer por la tarde?
La otra mujer nos miró sorprendida.
– En la cocina. Conmigo. Estabas haciendo las cuentas de cuánto era nuestro sueldo este mes y también la lista de la compra.
– Gracias, señora Fujiko. – Dijo el señor Kazuyoshi. Volvimos a la sala de estar y nos sentamos.
Recordé todo lo que nos habían dicho hasta ahora. Me resultaba raro. No parecía que el secuestrador tuviese cómplices pero la cifra me era extraña. Dieciocho millones son demasiados, es mucha codicia para una sola persona y para un grupo de ladrones... no sé, no lo acababa de entender. Además… Había unas versiones extrañas, dos no me cuadraban, aparentemente tenían coartada, pero… Aún así, una persona era inocente, había otra inocente que mentía y la culpable que se aprovechaba de todo esto.
Las cosas se ponían complicadas, aunque… Las declaraciones y la casa eran la clave. La clave para todo.
*******************
Capítulo 5 El caso del doble chantaje (El secuestro del niño)
Ya había vuelto a casa y Kogoro iba trajeado, elegante, con el bigote cuidado y un brillo en los ojos de detective profesional. Sí, era un caso, pero éste se lo tomaba más en serio que de lo normal. ¿Una clienta joven y guapa, quizás? No. Debía de ser un cliente podrido de dinero con un caso sencillo pero muy bien remunerado. Está bien, mientras luego Kogoro no se lo gaste en cervezas y el pachinko... Kogoro se había puesto también un traje con corbata y Ran se había arreglado. Yo llevaba la ropa con la que había ido a la escuela pero me encaminé con naturalidad hacia ellos, porque sin mí, Kogoro no recibiría ni un yen. Subimos a un coche elegante, era extranjero, inglés. Yo no entendía de coches tanto como Heiji, pero era un BMW negro, discreto pero elegante. Y caro en Japón. Caí en la cuenta de que BMW era en realidad alemán, pero tenía el volante como en Inglaterra, sin duda, una excentricidad del dueño, que no le debía faltar dinero para nada. El hombre que nos abrió la puerta se sentó como copiloto y le dio unas instrucciones al chofer. Salimos de la ciudad por una autopista central, pero pronto nos desviamos hacia algo que parecía ser un pueblo, no, el nombre me despistó, era una villa. Era una mansión de residencia que probablemente estaba allí hacía años, cuando las cosas eran distintas y la gente no vivía en la ciudad. Aunque tampoco tenía ese patrimonio. Llegamos a una hermosa mansión de estilo victoriano, ese hombre o bien tenía una herencia suculenta, o bien la Fortuna le había sonreído hasta desdentarse, quién sabe. El hombre nos ayudó a bajar y nos condujo por un camino, un mosaico de piedras sólidas, como granito y cuarzo. A ambos lados había una especie de faros negros, que al ser todavía de día, no estaban encendidos.
– Son unos focos muy logrados. – Dijo sonriendo amablemente Kogoro. Había olvidado que ser pelota también era su punto fuerte.
– Sí, ¿verdad? – Respondió con una sonrisa anchísima el hombre, que parecía un cincuentón agradable. – pero se equivoca, señor Mouri, no son sólo focos. ¿Ve esta franja de cristal? Tienen instaladas cámaras hipersensibles para grabar todos los posibles intrusos.
– ¡Oh! Es increíble… - Kogoro se calló y entramos en la casa. Antes, el hombre marcó una larga lista de dígitos para desconectar la alarma y entonces entramos, dándonos la bienvenida.
Esperamos en la puerta apenas unos minutos, por las escaleras centrales bajó un hombre, aristocráticamente y comprendimos que nuestro acompañante en el coche no era ni mucho menos el dueño, sólo era el… mayordomo. Y que este hombre era el señor de la casa. El que tenía un caso para Kogoro, el durmiente.
– ¿Es usted el detective Mouri? – preguntó el hombre. – Soy el señor Kazuyoshi, el amo de esta casa. – Dijo sonriendo ante algo evidente.
– Es un placer, señor Kazuyoshi. Esta es mi hija Ran, y éste es el hijo de unos amigos, del cuál nos hacemos cargo temporalmente. – Ja, ja. Mi madre le había dado dos millones de yenes por las molestias que ocasionaba, creo que con esa cantidad podría mantenerme hasta que cumpliese al menos la mayoría de edad con mi forma actual. Si además contábamos que los casos de Kogoro, el durmiente los resolvía yo…
– Mucho gusto, señor Kazuyoshi. – Dijo Ran, tímida.
– Mucho gusto. – Respondí yo también.
– Supongo que sabrán de la delicadez de mi situación, ¿verdad? – Dijo Kazuyoshi mientras nos conducía a una sala de estar. La verdad es que yo sólo me había acoplado, no sabía si era un asesinato (que en este caso no podía ser), una investigación a la novia del primogénito o la resolución de un viejo enigma en el testamento del tatarabuelo. Sin embargo, la situación era delicada.
– Lo sabemos, señor Kazuyoshi. No se preocupe por la discreción, es algo que siempre garantizo a mis clientes. – Dijo con un tono muy profesional Kogoro.
– Comprendo. Bueno, el señor Yamagami (que ya lo conoce, es la persona que lo ha traído hasta aquí) es mi mayordomo. La señorita Yatamoto es nuestra niñera. – Dijo señalando a una mujer a la que no había visto todavía. Ciertamente, el nombre de señorita sólo lo ostentaba porque no estaba casada, pero era una mujer que rondaba los cuarenta y tenía fuerza para estrangular un buey, si hiciese falta. – Y ella es mi esposa, Yumi Kazuyoshi.
– Un placer. – Dijo Kogoro, serio, a pesar que la mujer era toda una belleza, morena, de pelo largo y liso y unas pestañas que rozaban el infinito.
– No sea tan serio, ¡hombre! ¡Que me hará sentir vieja! – Dijo la mujer, aunque manteniendo la compostura, con un rastro de sonrisa. Al instante se rompió la máscara de seriedad de Kogoro y puso la cara de viejo verde que solía poner, aunque debo de reconocer que la disimuló bastante bien.
– Detective Mouri, - Dijo Kazuyoshi. – han secuestrado a mi hijo, y debo recuperarlo, sea como sea. Es mi hijo. – Imploró el hombre, casi llorando.
– No se preocupe, señor, lo encontraremos.
– Gracias. – Dijo suspirando sin una pizca de alivio y con todo el dolor en la cara. - Bueno, está usted en esta sala, aquí, porque estas tres personas son las únicas que pueden haber secuestrado a mi pequeño Heizo… Debe tener la edad del niño. – Dijo mirándome con el corazón roto. – Siento decíroslo así, - Dijo mirando a toda la sala. – pero tiene que ser alguno de los tres. Y para evitar líos y enredos no les he dicho nada de que sospechaba de alguien de aquí hasta ahora. – Dijo seriamente. – No puedo permitir que tengan la oportunidad de escapar, con mi hijo.
– Es cierto, señor. – Dijo Kogoro asintiendo. – Ha sido todo un golpe de efecto. Decía que sospechaba que era alguien de fuera, por lo que ahora mismo, el secuestrador puede haber dejado pistas sin borrar. Explíqueme el caso detalladamente, por favor. – Se dirigió hacia el mayordomo, niñera y la señora. – Discúlpenme, pero es mi trabajo, seguro que en realidad son inocentes, excepto uno, claro. – Dijo haciendo una broma de mal gusto y sin gracia que nadie rió, pero que probablemente él no había hecho expresamente.
– Sí. – Dijo Kazuyoshi. – Bien, mis motivos para sospechar de ellos es que son las personas más allegadas a mí y mi hijo, aunque era muy confiado no dejaría que un desconocido se lo llevase. Ni aunque fuese del servicio, él sólo confiaba en mi esposa, en Yamagami y en Yatamoto. Antes lo mordería y gritaría. – Dijo severamente y frunciendo el ceño, desesperado y preocupado a partes iguales.
– Entonces es evidente que sospeche de alguno de los tres.
Todos tenían una expresión que era idéntica a la de una olla a presión, querían decir algo y de un momento a otro reventarían. La primera en reventar fue la mujer.
– Cariño, ¿cómo puedes creer que yo podría hacerle algo a Heizo? – Dijo consternada.
– Querida, sabes que si me llevo por mis sentimientos no encontraremos al culpable, porque me dolería pensar que cualquiera de los aquí presentes me ha traicionado.
– Señor, yo… - Dijo alguien, quizás el mayordomo, aunque no lo supe del cierto.
– Calla. Callad. - Dijo mirándolos a los ojos. – Quiero encontrar a mi hijo y luego hablaremos de lo muy ultrajados que os sentís frente a esta acusación.
Se produjo un silencio que rompió Kogoro.
– ¿A qué hora se dio cuenta de que Heizo no estaba?
– Una hora y un poco más después de salir de su escuela.
– Ajá. ¿Entonces fue el chofer de las últimas personas en verle?
– ¡No, por Dios! – Dijo con una sonrisa cansada. – Ya le he dicho que mi hijo no se subiría a un coche con alguien que desconfiase, aunque fuese mi coche.
– Entonces… ¿Quién fue a buscar al niño al colegio?
– Es Yamagami quien se encarga de esas cosas. – Dijo, a la vez que él asentía con la cabeza.
– Comprendo. – Kogoro estaba haciendo un papel muy profesional. - ¿Alguien más lo vio junto al niño al llegar a casa?
– No, señor. No fui yo quien fue a buscar al señorito Heizo.
Kogoro se sorprendió, pero el señor Kazuyoshi todavía más.
– ¿Entonces? – Dijo él, extrañado.
– Le pedí a la señorita Yatamoto que lo hiciese por mí.
– ¿Por qué motivo? – Preguntó el hombre, seguramente se sentía engañado de que no se le hubiese informado.
– Porque tenía una cita con el médico a la cual no podía faltar. Señor, siento decirlo en este momento, pero están estudiando que tenga una enfermedad de esas que son minoritarias. Por eso necesitaré muchas consultas a médicos especialistas y no quería abusar de su bondad pidiéndole cada vez una tarde libre.
– ¿Por qué no me lo ha dicho antes, Yamagami?
– Porque puede que todo quede en nada. Estudian si tengo una enfermedad que ha sido detectada en mi padre, si fuese así, querrían hacer estudios sobre el factor genético de la enfermedad.
– ¡Por Dios, señor Yamagami! ¡Yo podría ayudarle! Pero explíqueme en que consiste esa enfermedad.
– Si lo que le preocupe es que sea contagiosa, no se preocupe señor. No es nada de eso. – Dijo forzadamente. – Yo mismo me retiraría del servicio si fuese así.
– Sabe que no le pregunto nada de eso. – Dijo mosqueado el hombre. – Aún así, perdóneme, Yamagami, pero deseo encontrar a mi hijo, hablaremos más tarde.
– Por supuesto. – Aceptó el hombre.
Kogoro carraspeó para devolver por fin la atención al caso.
– Si no me equivoco, decíamos que la señorita Yatamoto había traído a Heizo des del colegio hasta la mansión, ¿verdad? ¿Por qué no lo hace habitualmente? Es la niñera, ¿no?
– Sí. Pero también suelo llevar las cuentas de la casa. – Afirmó la misma señorita.
– ¿Hay alguien que haya visto al niño dentro de la casa esa tarde? ¿Alguien lo puede confirmar?
– El chofer. Como esa tarde el señor no se movió de casa. El chofer aparcó y entramos los tres a la vez.
– Y eso fue… - Preguntó Kogoro.
– Ayer. – Dijo la señora de la casa.
– Sí. Ya hemos recibido una llamada del secuestrador con sus condiciones. – Dijo con la misma mirada de antes Kazuyoshi.
– ¿Qué ha dicho?
– Pasado mañana quiere que le entregue 18 millones de yenes. Debo meterlos en un maletín y dejarlo en un sitio que él me indicará.
– ¿18… millones de…? – Dijo Kogoro entrecortadamente. Era una cifra desorbitante.
– Sí, pero lo peor es que no tengo esa cifra de dinero. Si diese toda mi fortuna y vendiese todos mis bienes, algo que no puedo hacer en dos días, conseguiría como máximo unos 12 millones. Nada más. Por eso debe ayudarme.
– Claro. – Dijo todavía sorprendido Kogoro. – Debemos repasar las coartadas de estas tres personas.
– Sí, es cierto. Adelante. – Dijo señalando con un gesto a los tres sospechosos y a Kogoro.
El mayordomo fue el primero en hablar.
– Yo fui al médico. Volví después de que nos diésemos cuenta de la desaparición del señorito.
– Yo lo traje a casa. Luego fui a la cocina, donde repasé los presupuestos y las facturas. – Dijo la señorita. – Hay varias personas que se lo pueden confirmar.
– Yo estaba en la habitación de música. Bajé al despacho de mi marido para buscar mi violín y volví a subir para tocar con tranquilidad en la habitación que uso.
– ¿Usted toca el violín? – Dije con entusiasmo fingido, pues había algo que no encajaba.
– Claro, pequeño.
– ¿Y porqué guarda el violín tan lejos? ¿No sería más fácil guardarlo en la misma habitación?
– Sí, bueno. Pero es que el despacho es más seguro que la habitación de música.
– Aah. – Dije con la misma voz que ponía con los adultos mientras duraba una investigación. - ¿Podemos ver el lugar donde lo gurda?
– Claro, si a ti no te parece mal… - Dijo la señora mirando a Kuzuyoshi.
– No pasará nada. También forma parte del caso. – Dijo el hombre, aunque un poco a regañadientes, pues creía que nos desviábamos del caso.
Nos guió por la planta baja de la mansión hasta una bonita sala, que tenía el techo acristalado y por donde entraba mucha luz. Era una especie de anexo para poder crear ese espacio. La decoración también era exquisita, había cigüeñas y todo tipo de pájaros de largas patas hechos de cristal muy fino y cenefas de piedras incrustadas. También había cuadros europeos del Renacimiento y el Neoclasicismo. Incluso vi un manuscrito, tras una vitrina, de finales del periodo Edo. La mujer se encaminó hacia un armario transparente, se agachó un poco y nos señaló un estuche.
– Aquí guardo mi violín. – Dijo sonriendo.
– Vaya, señor Kazuyoshi, tiene un despacho increíble. – Dijo Ran, maravillada.
– ¿Te gusta? La verdad es que a mí me cautiva. – Dijo mirando a su alrededor. – Sin embargo, aquí no parece haber ninguna prueba del secuestro de mi hijo.
– Cierto, quizás deberíamos ir a la sala donde la señora toca el violín.
– Sí. – Dijo Kazuyoshi y todos seguimos a los señores que n os guiaban por la casa, porque desaparecer en ese momento sería hacer que sospechasen de que eres el secuestrador e informas a un cómplice de que el padre sospecha.
Subimos las escaleras y al fondo de la planta encontramos una sala insonorizada. Era amplia, con las paredes adecuadas para devolver el sonido y tenía un enorme sofá donde escuchar música. También había un aparato de música muy sofisticado y una gran colección de CDS. El señor Yamagami parecía acariciaba el aparato de música, admirado, a través de sus guantes blancos.
– Vaya. – Dijo Kogoro. – Así que tiene una habitación sólo para usted.
– Sí. – Confirmó el marido. – Yo no entro nunca, no se me da bien la música. Ni tampoco sé apreciarla, según mi esposa.
– Entonces dice usted que estuvo aquí, ¿no?
– Sí, bajé más tarde y enteré de lo sucedido.
– Bueno, no lo puede confirmar nadie, pero tampoco nadie la ha visto fuera de la habitación, ¿cierto?
– Exacto. – Dijo ella.
– Bueno, - Dijo Kogoro. - ¿puede llevarnos hasta alguien que le haya visto en la cocina, señorita? – Dijo a Yatamoto.
– Sí. – Bajamos otra vez y fuimos a la cocina. Allí ella preguntó una cosa a alguien y nos dirigimos al comedor, donde estaban poniendo la mesa, con sus manteles y adornos. – Fujiko, ¿puedes decirles dónde estaba yo ayer por la tarde?
La otra mujer nos miró sorprendida.
– En la cocina. Conmigo. Estabas haciendo las cuentas de cuánto era nuestro sueldo este mes y también la lista de la compra.
– Gracias, señora Fujiko. – Dijo el señor Kazuyoshi. Volvimos a la sala de estar y nos sentamos.
Recordé todo lo que nos habían dicho hasta ahora. Me resultaba raro. No parecía que el secuestrador tuviese cómplices pero la cifra me era extraña. Dieciocho millones son demasiados, es mucha codicia para una sola persona y para un grupo de ladrones... no sé, no lo acababa de entender. Además… Había unas versiones extrañas, dos no me cuadraban, aparentemente tenían coartada, pero… Aún así, una persona era inocente, había otra inocente que mentía y la culpable que se aprovechaba de todo esto.
Las cosas se ponían complicadas, aunque… Las declaraciones y la casa eran la clave. La clave para todo.
Everglo- Necesario para la organización
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Fecha de inscripción : 30/12/2011
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Localización : En alguna misión para la Organización
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Aquí otro capi. El sexto se empieza a poner bien y desde este momento no vais a aburriros ni un poquito, ¡asegurado! Igual si os mostráis más entusiastas subo más a menudo...
****************************
Capítulo 6 El caso del doble chantaje (Los intereses de la Organización)
Sí. Ya sabía quien era el culpable, y sin saberlo, un inocente le encubría. Encubría al asesino y a sí mismo. La cuestión era cómo dormir a Kogoro. Estábamos todos sentados en unos sofás, alrededor de una mesita. Podría disparar a Kogoro, pero alguien se daría cuenta. Debía distraer la atención de los demás. Sentado al lado de Kogoro, me incliné hacia él y le puse el botón de voz, luego me levanté tan naturalmente como puede y me perdí detrás de un sofá.
– Señor Kazuyoshi, - Dije imitando la voz de Kogoro con la pajarita. – siento tener que pedírselo, ¿pero nos puede dar algo de beber? Tengo la boca sequísima. – Kogoro alucinó y fue a balbucear, además de saltar del asiento, pero Kazuyoshi le interrumpió.
– Claro, ha sido muy descortés por mi parte no darme cuenta antes. – Se asomó a la puerta y llamó a un sirviente. - ¿Nos puedes traer…? – Se paró y nos miró. Luego volvió a mirar al chico, joven-. Tómales nota, por favor. Yo un café solo.
– Yo lo mismo. – Dijo algo nervioso Kogoro.
– Yo un zumo, por favor. – Dijo Ran. – Como tú, ¿verdad, Conan? ¿Conan? – Dijo mirando alrededor. Mierda… No había planeado nada de eso.
Salí de detrás del sofá, sin las gafas y un poco despeinado, para mantener mi tapadera.
– ¡Sí!!! – Dije obediente.
– Qué haces, ¿Conan? – Preguntó Ran.
– Es que se me han caído las gafas. – Dije sonriendo.
– Yo tomaré una copita de jerez. – Dijo la señora.
– Yo sólo agua. – Dijo el mayordomo.
– Yo también un zumo. – Añadió la señorita.
Mientras el chico anotaba todo, me acerqué al borde del sofá de Kogoro, disparé un dardo anestesiante y disimulando como pude lo coloqué de una manera creíble. Me senté tras él, intentando que no me viesen desde ningún ángulo.
– Papá, ¿qué haces? – Dijo Ran zarandeando a Kogoro, ligeramente. - ¿Has resuelto el caso? – Preguntó ilusionada.
– Efectivamente, hija. – Dije colocando bien un brazo que estaba en una posición innatural, pero intentando que no se me viese. – Y ahora os lo explicaré todo.
– Detective Mouri, ¡no nos haga esperar más! ¡¡¡Dígalo ya!!! – Bramó Kazuyoshi.
– Bien, antes de contarle quien es el secuestrador debo advertirle que averiguará otra cosa que no le gustará.
– ¡Hable! – Instó el hombre.
– Bien, - Dije aclarándome la garganta con la voz de Kogoro. – señora Kazuyoshi, ayer usted no estaba tocando el violín, ¿me equivoco?
– ¿Está insinuando que secuestré a Heizo? – Preguntó indignada.
– No estoy insinuando nada, sólo expongo algo. Usted estuvo en la habitación de música, pero sólo porque le ofreció un espacio privado, lejos de su marido. – Hice una pausa teatral. – Señora Kazuyoshi, ayer estaba usted… ¡Acostándose con el señor Yamagami!
– ¿Pero qué está usted diciendo? ¡Es una ofensa! – Dijo mientras se ponía de pie y se acercaba amenazadoramente a Kogoro.
– ¡Es falso! – Dijo asustado el mayordomo. - ¡Yo jamás…!
– Siéntense. – Dije con toda la autoridad que pude. El señor Kazuyoshi estaba blanco como la cal y desde mi sitio parecía temblar. – Porque todavía no he acabado. Como veis, la coartada del señor Yamagami ha sido destruida, nos ha mentido sobre el lugar en el que estaba, pero las mentiras no acaban aquí, evidentemente. – Las personas nombradas se iban acalorando por momentos. – Señora, usted tiene motivos; el niño no es su hijo biológico, si su marido y usted tuviesen un hijo y desapareciese Heizo, su hijo sería el heredero de todo. Sin embargo, no ha sido usted, pues no le interesa el dinero, sólo que desaparezca el niño. Habría sido más adecuado para usted que hubiese muerto en un accidente. – Dije y me di cuenta que estaba siendo insensible. – Sin embargo… El señor Yamagami, cómo nos ha contado, tiene unas pruebas por una posible enfermedad. Necesita dinero, mucho dinero, y por eso lo secuestró. – Dije, mientras movía el brazo para que lo apuntase a él.
– ¡No! – Dijo el mayordomo. - ¡Además de que no tiene ninguna prueba!
El mismo joven entró por la puerta y dejó las bebidas. Todos se pusieron sus refrescos, pero quedaban dos en la bandeja. El de Kogoro y el del mayordomo.
– ¿No piensa decir nada? – Dije con voz intimidante, una voz que sólo usaba Kogoro, el durmiente.
El mayordomo cogió la botella de agua y la vertió al vaso con hielo. Ése era el momento que había estado esperando.
– Usted dice que no tengo ninguna prueba pero… ¿Sería tan amable de quietarse los guantes? Seguro que al coger el vaso le resbalan, ¿no? O acaso quiere ocultar… ¿marcas de mordedura y arañazos?
El mayordomo bajó la cabeza, se sintió acorralado y no dijo más. De repente, intentando convencernos de algo como si fuese un vendedor de enciclopedias, alzó la cabeza otra vez y habló.
– ¡Yo nunca haría…! – Dijo, excusándose, pero el padre se levantó como un remolino y antes de que lo viese, lo empotró contra la pared.
– ¿Dónde está? ¿Dónde está mi hijo? ¡Si no me lo dices te mataré, bastardo! – Dijo con ira.
– Contrólese, señor Kazuyoshi. – Dije con la voz más grave que era capaz de usar con la voz de Kogoro. – Si nos lleva hasta donde está el niño, la policía lo tendrá en cuenta positivamente. – Dije tan convencido como pude.
– Sí. – Dijo soltando lentamente al mayordomo. Se miró las manos obligándose a soltarlo y a controlarse. - ¿Dónde está? – Preguntó con una voz tan afilada y peligrosa como un cuchillo.
– ¡No es culpa mía! – Dijo el mayordomo en voz queda. - ¡Yo nunca habría hecho eso, pero…! – Todos nos quedamos en silencio y él bajaba cada vez más el volumen. – Yo… No tenía otra opción. – Dijo con los ojos llorosos.
En ese momento me devané los sesos para encontrar una solución rápida: si ese hombre nos iba a llevar a algún sitio debía despertar a Kogoro y cuánto antes. La señora se levantó e intentó calmar a Kazuyoshi, que la insultó y le dijo que era una traidora que se acostaba con cualquiera, la niñera pegó una bofetada a Yamagami y le ordenó que nos llevase hasta el niño y entre ese lío, cogí el agua del mayordomo y se la tiré a Kogoro. Él se levantó del susto.
– ¿Pero qué…? – Dijo él.
– Muy bien, tío Kogoro, ¡has resuelto el caso! El mayordomo es el secuestrador y ahora nos llevará hasta donde lo tiene escondido.
– ¿Qué? – Preguntó Kogoro, desorientado. – Claro, ya lo sabía. ¿No ves que soy el mejor detective de todos los tiempos? – Dijo recuperándose. Se levantó e impuso orden, algo que me impresionó, pues hacía un minuto estaba dormido como un tronco. Puso la misma cara que había puesto al llegar, de profesional y el señor Yamagami no pudo hacer más que acceder a llevarnos hasta el niño.
– Yo… - Dijo el mayordomo. - …no iba a hacerle daño, pero me obligaron. Ellos me obligaron. Son muy peligrosos, - hizo una pausa mientras miraba a su alrededor y otra vez al suelo. - son como cuervos… - Esa comparación me puso los pelos de punta, ¿se refería a la Organización? – Van siempre de negro. – Dijo finalmente y calló.
Eso era una confirmación. Empecé a temblar, ellos estaban detrás de esto, pero… Quizás… Quizás este hombre nos podía decir más y… pero debíamos encontrar al niño.
Esperamos todos en una quietud perfecta, incluso el respirar parecía etéreo y sincronizado. El mayordomo abrió la boca otra vez.
– Me obligaron a esto. Porque les debía dinero, por el tratamiento. ¡Yo nunca…! ¡Yo no soy…! – De pronto se calló, consciente de que su diatriba no servía de nada, y era además ignorada.
Empezó a tartamudear y a ponerse nervioso. Sudaba a mares y cambiaba el peso de un pie a otro.
– De acuerdo, vale. Pero… - Dijo sin terminar la frase el mayordomo. Echó a andar por la casa y en voz baja dijo: - Estaba en el sótano. Le dije que era un juego, no quería que lo pasase mal. – Nos guió por unas escaleras que bajaban, nos llevó hasta un almacén de trastos, apartó un armario vacío y nos enseñó una puerta, sacó una llave y entramos todos. Allí, en una habitación pequeña, pero con comida, agua y un orinal, había el pequeño Heizo, que tenía la cara redonda y unos ricitos adorables. Abrió la boca y se lanzó en brazos de su padre.
– ¡Me has encontrado, me has encontrado, papá! – Dijo él, muy ilusionado. – Te ha costado, ¿eh? Yamagami ya me ha dicho que no se te da bien el escondite. – Dijo con una sonrisa. El padre se lanzó hacia él y lo cogió en brazos, lo abrazó y lloró. – Papá, ¿qué ocurre? ¿Estás triste?
– No, hijo, estoy muy feliz. – Dijo llorando a lágrima viva. Incluso la esposa se alegró y abrazó al niño, lo acarició y lo peinó con dulzura.
Entre todo esto, el mayordomo desaparecía lentamente por la puerta. Me giré justo a tiempo para ver como cogía la manecilla y empujaba la puerta con fuerza. Yo, que estaba más cerca de la entrada, salí por los pelos, pero me pilló la mano en la puerta. Grité de dolor, pero hice de tripas corazón y seguí el hombre, no podía escapar, porque tenía una pista de la Organización que yo iba a destruir. Busqué mi monopatín, hoy lo había cogido. ¡Mierda! Me lo había dejado en casa del profesor, cuando había ido a ver a Haibara. Empecé a correr tan rápido como mis cortas piernas me lo permitían a la vez que giraba el dial del cinturón. Iba a inflar una pelota y a dejarlo KO. Me agaché para activar mis deportivas, también con cuidado de no perderlo de vista y mientras mi cinturón se hinchaba yo ya estaba preparado para chutar. La pelota cayó y la golpeé con la máxima potencia. Dio en la cabeza del hombre que huía y no se levantó. Corrí hacia él y comprobé que estaba inconsciente. Llamé deprisa a la policía y les expliqué la situación. Cuando por fin llegaron volví al sótano para liberar a todos los demás, que lo estaban pasando fatal.
La policía se llevó ese hombre antes de que yo pudiese hacer nada, pero convencí al inspector Takagui para que cuando lo interrogasen, me dejasen estar con él un minuto a solas. Con ese pacto, sólo me faltaba averiguar cuan implicada estaba la Organización en este secuestro. ¿Era el cerebro de todo? ¿El hombre era un miembro de la Organización incompetente? No, ese hombre no tenía temple suficiente. Mañana, cuando fuésemos a declarar, averiguaría toda la verdad.
************************************
Avance del
Capítulo 7 Los puntos flacos de la Organización (Aquel hombre)
Takagui asintió, resignado. Me lo había dicho y no podía echarse atrás, aún así, recordé el mal presagio así que me giré hacia él y le dije:
– Inspector Takagui… Vaya con muchísimo cuidado hoy. Créame, hoy estamos todos en peligro. – Luego me giré y me marché, corriendo, hacia la central.
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Capítulo 6 El caso del doble chantaje (Los intereses de la Organización)
Sí. Ya sabía quien era el culpable, y sin saberlo, un inocente le encubría. Encubría al asesino y a sí mismo. La cuestión era cómo dormir a Kogoro. Estábamos todos sentados en unos sofás, alrededor de una mesita. Podría disparar a Kogoro, pero alguien se daría cuenta. Debía distraer la atención de los demás. Sentado al lado de Kogoro, me incliné hacia él y le puse el botón de voz, luego me levanté tan naturalmente como puede y me perdí detrás de un sofá.
– Señor Kazuyoshi, - Dije imitando la voz de Kogoro con la pajarita. – siento tener que pedírselo, ¿pero nos puede dar algo de beber? Tengo la boca sequísima. – Kogoro alucinó y fue a balbucear, además de saltar del asiento, pero Kazuyoshi le interrumpió.
– Claro, ha sido muy descortés por mi parte no darme cuenta antes. – Se asomó a la puerta y llamó a un sirviente. - ¿Nos puedes traer…? – Se paró y nos miró. Luego volvió a mirar al chico, joven-. Tómales nota, por favor. Yo un café solo.
– Yo lo mismo. – Dijo algo nervioso Kogoro.
– Yo un zumo, por favor. – Dijo Ran. – Como tú, ¿verdad, Conan? ¿Conan? – Dijo mirando alrededor. Mierda… No había planeado nada de eso.
Salí de detrás del sofá, sin las gafas y un poco despeinado, para mantener mi tapadera.
– ¡Sí!!! – Dije obediente.
– Qué haces, ¿Conan? – Preguntó Ran.
– Es que se me han caído las gafas. – Dije sonriendo.
– Yo tomaré una copita de jerez. – Dijo la señora.
– Yo sólo agua. – Dijo el mayordomo.
– Yo también un zumo. – Añadió la señorita.
Mientras el chico anotaba todo, me acerqué al borde del sofá de Kogoro, disparé un dardo anestesiante y disimulando como pude lo coloqué de una manera creíble. Me senté tras él, intentando que no me viesen desde ningún ángulo.
– Papá, ¿qué haces? – Dijo Ran zarandeando a Kogoro, ligeramente. - ¿Has resuelto el caso? – Preguntó ilusionada.
– Efectivamente, hija. – Dije colocando bien un brazo que estaba en una posición innatural, pero intentando que no se me viese. – Y ahora os lo explicaré todo.
– Detective Mouri, ¡no nos haga esperar más! ¡¡¡Dígalo ya!!! – Bramó Kazuyoshi.
– Bien, antes de contarle quien es el secuestrador debo advertirle que averiguará otra cosa que no le gustará.
– ¡Hable! – Instó el hombre.
– Bien, - Dije aclarándome la garganta con la voz de Kogoro. – señora Kazuyoshi, ayer usted no estaba tocando el violín, ¿me equivoco?
– ¿Está insinuando que secuestré a Heizo? – Preguntó indignada.
– No estoy insinuando nada, sólo expongo algo. Usted estuvo en la habitación de música, pero sólo porque le ofreció un espacio privado, lejos de su marido. – Hice una pausa teatral. – Señora Kazuyoshi, ayer estaba usted… ¡Acostándose con el señor Yamagami!
– ¿Pero qué está usted diciendo? ¡Es una ofensa! – Dijo mientras se ponía de pie y se acercaba amenazadoramente a Kogoro.
– ¡Es falso! – Dijo asustado el mayordomo. - ¡Yo jamás…!
– Siéntense. – Dije con toda la autoridad que pude. El señor Kazuyoshi estaba blanco como la cal y desde mi sitio parecía temblar. – Porque todavía no he acabado. Como veis, la coartada del señor Yamagami ha sido destruida, nos ha mentido sobre el lugar en el que estaba, pero las mentiras no acaban aquí, evidentemente. – Las personas nombradas se iban acalorando por momentos. – Señora, usted tiene motivos; el niño no es su hijo biológico, si su marido y usted tuviesen un hijo y desapareciese Heizo, su hijo sería el heredero de todo. Sin embargo, no ha sido usted, pues no le interesa el dinero, sólo que desaparezca el niño. Habría sido más adecuado para usted que hubiese muerto en un accidente. – Dije y me di cuenta que estaba siendo insensible. – Sin embargo… El señor Yamagami, cómo nos ha contado, tiene unas pruebas por una posible enfermedad. Necesita dinero, mucho dinero, y por eso lo secuestró. – Dije, mientras movía el brazo para que lo apuntase a él.
– ¡No! – Dijo el mayordomo. - ¡Además de que no tiene ninguna prueba!
El mismo joven entró por la puerta y dejó las bebidas. Todos se pusieron sus refrescos, pero quedaban dos en la bandeja. El de Kogoro y el del mayordomo.
– ¿No piensa decir nada? – Dije con voz intimidante, una voz que sólo usaba Kogoro, el durmiente.
El mayordomo cogió la botella de agua y la vertió al vaso con hielo. Ése era el momento que había estado esperando.
– Usted dice que no tengo ninguna prueba pero… ¿Sería tan amable de quietarse los guantes? Seguro que al coger el vaso le resbalan, ¿no? O acaso quiere ocultar… ¿marcas de mordedura y arañazos?
El mayordomo bajó la cabeza, se sintió acorralado y no dijo más. De repente, intentando convencernos de algo como si fuese un vendedor de enciclopedias, alzó la cabeza otra vez y habló.
– ¡Yo nunca haría…! – Dijo, excusándose, pero el padre se levantó como un remolino y antes de que lo viese, lo empotró contra la pared.
– ¿Dónde está? ¿Dónde está mi hijo? ¡Si no me lo dices te mataré, bastardo! – Dijo con ira.
– Contrólese, señor Kazuyoshi. – Dije con la voz más grave que era capaz de usar con la voz de Kogoro. – Si nos lleva hasta donde está el niño, la policía lo tendrá en cuenta positivamente. – Dije tan convencido como pude.
– Sí. – Dijo soltando lentamente al mayordomo. Se miró las manos obligándose a soltarlo y a controlarse. - ¿Dónde está? – Preguntó con una voz tan afilada y peligrosa como un cuchillo.
– ¡No es culpa mía! – Dijo el mayordomo en voz queda. - ¡Yo nunca habría hecho eso, pero…! – Todos nos quedamos en silencio y él bajaba cada vez más el volumen. – Yo… No tenía otra opción. – Dijo con los ojos llorosos.
En ese momento me devané los sesos para encontrar una solución rápida: si ese hombre nos iba a llevar a algún sitio debía despertar a Kogoro y cuánto antes. La señora se levantó e intentó calmar a Kazuyoshi, que la insultó y le dijo que era una traidora que se acostaba con cualquiera, la niñera pegó una bofetada a Yamagami y le ordenó que nos llevase hasta el niño y entre ese lío, cogí el agua del mayordomo y se la tiré a Kogoro. Él se levantó del susto.
– ¿Pero qué…? – Dijo él.
– Muy bien, tío Kogoro, ¡has resuelto el caso! El mayordomo es el secuestrador y ahora nos llevará hasta donde lo tiene escondido.
– ¿Qué? – Preguntó Kogoro, desorientado. – Claro, ya lo sabía. ¿No ves que soy el mejor detective de todos los tiempos? – Dijo recuperándose. Se levantó e impuso orden, algo que me impresionó, pues hacía un minuto estaba dormido como un tronco. Puso la misma cara que había puesto al llegar, de profesional y el señor Yamagami no pudo hacer más que acceder a llevarnos hasta el niño.
– Yo… - Dijo el mayordomo. - …no iba a hacerle daño, pero me obligaron. Ellos me obligaron. Son muy peligrosos, - hizo una pausa mientras miraba a su alrededor y otra vez al suelo. - son como cuervos… - Esa comparación me puso los pelos de punta, ¿se refería a la Organización? – Van siempre de negro. – Dijo finalmente y calló.
Eso era una confirmación. Empecé a temblar, ellos estaban detrás de esto, pero… Quizás… Quizás este hombre nos podía decir más y… pero debíamos encontrar al niño.
Esperamos todos en una quietud perfecta, incluso el respirar parecía etéreo y sincronizado. El mayordomo abrió la boca otra vez.
– Me obligaron a esto. Porque les debía dinero, por el tratamiento. ¡Yo nunca…! ¡Yo no soy…! – De pronto se calló, consciente de que su diatriba no servía de nada, y era además ignorada.
Empezó a tartamudear y a ponerse nervioso. Sudaba a mares y cambiaba el peso de un pie a otro.
– De acuerdo, vale. Pero… - Dijo sin terminar la frase el mayordomo. Echó a andar por la casa y en voz baja dijo: - Estaba en el sótano. Le dije que era un juego, no quería que lo pasase mal. – Nos guió por unas escaleras que bajaban, nos llevó hasta un almacén de trastos, apartó un armario vacío y nos enseñó una puerta, sacó una llave y entramos todos. Allí, en una habitación pequeña, pero con comida, agua y un orinal, había el pequeño Heizo, que tenía la cara redonda y unos ricitos adorables. Abrió la boca y se lanzó en brazos de su padre.
– ¡Me has encontrado, me has encontrado, papá! – Dijo él, muy ilusionado. – Te ha costado, ¿eh? Yamagami ya me ha dicho que no se te da bien el escondite. – Dijo con una sonrisa. El padre se lanzó hacia él y lo cogió en brazos, lo abrazó y lloró. – Papá, ¿qué ocurre? ¿Estás triste?
– No, hijo, estoy muy feliz. – Dijo llorando a lágrima viva. Incluso la esposa se alegró y abrazó al niño, lo acarició y lo peinó con dulzura.
Entre todo esto, el mayordomo desaparecía lentamente por la puerta. Me giré justo a tiempo para ver como cogía la manecilla y empujaba la puerta con fuerza. Yo, que estaba más cerca de la entrada, salí por los pelos, pero me pilló la mano en la puerta. Grité de dolor, pero hice de tripas corazón y seguí el hombre, no podía escapar, porque tenía una pista de la Organización que yo iba a destruir. Busqué mi monopatín, hoy lo había cogido. ¡Mierda! Me lo había dejado en casa del profesor, cuando había ido a ver a Haibara. Empecé a correr tan rápido como mis cortas piernas me lo permitían a la vez que giraba el dial del cinturón. Iba a inflar una pelota y a dejarlo KO. Me agaché para activar mis deportivas, también con cuidado de no perderlo de vista y mientras mi cinturón se hinchaba yo ya estaba preparado para chutar. La pelota cayó y la golpeé con la máxima potencia. Dio en la cabeza del hombre que huía y no se levantó. Corrí hacia él y comprobé que estaba inconsciente. Llamé deprisa a la policía y les expliqué la situación. Cuando por fin llegaron volví al sótano para liberar a todos los demás, que lo estaban pasando fatal.
La policía se llevó ese hombre antes de que yo pudiese hacer nada, pero convencí al inspector Takagui para que cuando lo interrogasen, me dejasen estar con él un minuto a solas. Con ese pacto, sólo me faltaba averiguar cuan implicada estaba la Organización en este secuestro. ¿Era el cerebro de todo? ¿El hombre era un miembro de la Organización incompetente? No, ese hombre no tenía temple suficiente. Mañana, cuando fuésemos a declarar, averiguaría toda la verdad.
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Avance del
Capítulo 7 Los puntos flacos de la Organización (Aquel hombre)
Takagui asintió, resignado. Me lo había dicho y no podía echarse atrás, aún así, recordé el mal presagio así que me giré hacia él y le dije:
– Inspector Takagui… Vaya con muchísimo cuidado hoy. Créame, hoy estamos todos en peligro. – Luego me giré y me marché, corriendo, hacia la central.
Everglo- Necesario para la organización
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Localización : En alguna misión para la Organización
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Estoy esperando a que continues
Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
Nota: Este Conan es bastante sarcástico e irónico. Perdonadlo, pero a nadie le sienta bien llevar "18 años" en el cuerpo de un crío de siete. Gracias, Orujo
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Capítulo 7 Los puntos flacos de la Organización (Aquel hombre)
Después del caso del secuestro tuve que ir al hospital; esa maldita puerta me había roto tres dedos. Al menos eran los de la mano izquierda, pero… No podía estar triste, debía vigilar. La Organización iría a por ese hombre que sabía cosas y querrían matarlo. Yo debía protegerlo y averiguar que sabía. Hoy, era día de clase y aunque estuviese herido no pude convencer a Ran de quedarme en casa. Aún así, ella está muy preocupada por mí, e incluso me preparó mi cena favorita.
– ¡Conan! Corre, llegarás tarde a clase.
– ¡Sí! – Dije mientras me vestía.
Ella se puso de rodillas, para estar frente a mí, a mi altura y me abrazó.
– Conan, no te vuelvas a poner en peligro, ¿vale? – Dijo en voz baja. - ¿Y si vuelves al hospital? – Dijo con voz temblorosa. – No lo hagas, no querrás hacerme llorar, ¿verdad? – Dijo con los ojos rojos.
– Ran… Yo… - Me paré en seco. Quería decirle tantas cosas… - No, no quiero que llores.
Ella se puse de pie y sonrió tristemente.
– Corre, Conan, llegarás tarde.
Fui a la escuela caminando, de paso me encontré a Ayumi. Tuve que explicar muchísimas cosas a la Liga de Detectives Júnior esa mañana. Como por ejemplo, el porqué de llevar unas vendas y una especie de plástico duro que me enderezaban los dedos. Era muy aparatoso, pero al menos, el pulgar y el índice estaban sanos y salvos, todavía podía coger cosas, como si mi mano izquierda fuera una pinza. Durante el día, Ayumi se me arrimó mucho y casi la oí suspirar por sentarse en el sitio de Haibara, en vez de en el suyo. Haibara me ignoraba bastante, pero aún así me sujetaba los libros y era un poco más amable que de costumbre, aunque tenía un gesto inexpresivo, como si se encontrase a años luz de mí y de la clase de historia moderna. A la hora de comer tuve que insistirle a Ayumi que aunque me costase, yo mismo podía cortar el lomo que nos habían puesto, que no necesitaba ayuda con la sopa y que podía comerme el arroz con la mano derecha. Genta también insistió en que si me costaba comer lo que me habían puesto en el plato, él podía ayudarme a hacer desaparecer todo lo que había. Le di las gracias y rechacé la oferta. Mitsuhiko estaba muy callado, me miraba continuamente y casi pude percibir algo parecido a la envidia, aunque no recordaba que hubiese motivo alguno para ello. Estaba seguro que no envidiaba los picores que me producía el vendaje, que eran horribles. El día pasó lentamente entre las nuevas atenciones que recibía por parte de mis compañeros. Algunos me preguntaban qué me pasaba porque me apreciaban, otros querían firmarme la escayola (y dado que yo no llevaba escayola, sólo unas vendas inmovilizadoras no fue posible) y algunos sólo querían un chisme que contar a otros alumnos de la escuela. Descubrí que la señorita Kobayashi era una aprensiva y me dijo que si me ocurría algo no dudase en acudir a la enfermería y llamar a mis padres. Bueno, a Kogoro, ya que mis padres estaban a varios miles de kilómetros de aquí y yo estaba bien sin verlos. Porque mi madre es mil veces más aprensiva que la señorita Kobayashi. Hoy iría a declarar a comisaría por el secuestro. Mi testimonio no era importante, además de que sólo era un niño, pero el señor Yamagami estaría allí y yo conseguiría que cantase todo sobre la Organización. Sólo debía esperar a que pasase el día.
Ya habíamos salido de clase, y como prometimos ayer, la Liga de Detectives Júnior íbamos a casa del Profesor Agase a merendar. El Profesor no sabía nada de lo ocurrido ayer, pero confiaba que una explicación corta bastaría para que me ayudase. Agase nos trajo unos bocadillos enormes y cada uno comió el suyo, con un zumo de fruta y mucho entusiasmo. Cuando acabamos la comida, el profesor se levantó para recoger y yo me ofrecí a ayudarle. En la cocina, a solas le conté lo que pasaba y lo que quería que hiciese. Él aceptó, pero estaba la cuestión de Haibara. ¿Qué debíamos hacer con ella? Obviamente no podíamos ponerla en peligro, pero ella era más orgullosa que un gato y si le pedías que hiciese algo ella hacia lo contrario. Lo sabíamos, ¿pero cómo alejarla de la acción? No podíamos, simplemente no podíamos. Debíamos cubrirla ante los niños, los adultos, la Organización. Imposible. Aunque ella tenía la última palabra.
Al final, subimos al escarabajo amarillo del profesor, que tenía casi tantos años como él, en fila y eso me trajo un horrible presagio de un pelotón de fusilamiento. Horrible y acongojante. Fuimos hasta la central de policía. Todos. Sí, todos, cupimos 5 críos y un adulto en el coche, aunque eso ya lo habíamos hecho otras veces, al salir de camping. Llegamos y Agase aparcó cerca de la salida, escondido entre un monovolúmen gris y un Honda NSX, azul. Aunque esos colores no nos camuflaban mucho, nos tapaba un poco. Bajé del coche justo para encontrarme con el inspector Takagui de frente, al que había llamado previamente para que nos guiase por las instalaciones de policía. (Pese a que hemos estado tantas veces que Ayumi ya conoce la ubicación de todos los baños del edificio y Mitsuhiko sabe casi dónde se sienta cada inspector.) Antes de nada, bajé del coche y cerré la puerta rápido. Como acordamos, el Profesor los mantuvo dentro del coche mientras hablaba con Takagui.
– Conan, ¿qué haces aquí? ¿No vendrías a declarar con el señor Mouri?
– Sí, es que al final fui a jugar a casa del profesor con mis amigos y… - Dije con cara de niño feliz y despreocupado.
– ¿Te refieres a la Liga de Detectives? ¿Están aquí? – preguntó Takagui, más que nada asustado, mientras se inclinaba para divisar los asientos de detrás. Los niños se asomaron por la ventanilla y a Takagui le faltó poco para un ataque al corazón. – No creo que este sitio sea el más indicado para unos ni…
– Inspector Takagui… - Dije con voz inquisidora. – Si yo le prometo que los niños no saldrán del coche, ¿usted me hará un favor?
– Conan, los niños… - Lo corté de cuajo, antes de que pudiera echarse atrás.
– La Liga de Detectives siempre arma follón – Hice una pausa intencionada. – y seguro que al inspector Megure no le hace gracia eso.
La cara de Takagui reveló la verdad. Debía aceptar el trato. Últimamente me estaba volviendo un experto en el mundillo de la extorsión.
– De acuerdo, Conan. Pero que no salgan del coche.
– Vale. – Dije con voz triunfante.
– ¿Qué favor tengo que hacerte?
– El señor Yamagami, el que secuestró a ese niño… Quiero hablar a solas con él. Sin policías, ni grabadoras, ni nada por el estilo. Quiero hablar con él en privado.
– Conan, ¿estás seguro? Es un hombre peligroso.
– ¿De verdad? – Dije poniendo mi cara más adorable mientras movía delante de él mi mano izquierda, rota y vendada. Ironía a niveles extremos.
– Conan… - Dijo repentinamente más serio. - ¿De verdad quieres hacerlo?
– Sí. – Dije con el mismo tono. Luego sonreí de manera infantil. – Tranquilo, inspector, si pasa algo, chillaré y me salvarán.
Takagui asintió, resignado. Me lo había dicho y no podía echarse atrás, aún así, recordé el mal presagio así que me giré hacia él y le dije:
– Inspector Takagui… Vaya con muchísimo cuidado hoy. Créame, hoy estamos todos en peligro. – Luego me giré y me marché, corriendo, hacia la central.
Teóricamente necesitaba estar acompañado de un adulto para declarar ante la justicia. También necesitaba que un policía me escoltase hasta el lugar correcto, pero yo allí era demasiado conocido para que la ley no fuese un poco más laxa con un habitual. El inspector Chiba me acompañó hasta una sala, pequeña, dónde me tomaron declaración delante de otro agente, pues de todas maneras debían comprobar que no había coacción. Expliqué todo lo que supe, y conté como Kogoro había resuelto el caso. Lo conté todo con un zumo en mis manos, bebiéndomelo. Justo cuando los policías me pidieron que firmara mi declaración, junto con la firma del agente de policía que había estado presente, pedí permiso para ir al baño. Chiba se ofreció a acompañarme, pero yo ya sabía dónde debía ir. Salí de la sala y cerré la puerta con la inocencia de un niño y entonces me acerqué a Sato.
– Inspectora Sato, ¿dónde está el señor Yamagami, el secuestrador?
– ¿Conan? ¿No estaba Chiba contigo, tomándote declaración?
– Sí, pero inspectora Sato, ya ha acabado.
– ¿Ah, sí? Pues si lo ves dile que tiene que hacer los informes del caso del barrio de Yukushiro.
– ¡¡Sí!! – Dije, pero cambié el tono obediente al instante. - ¿Pero dónde está ese hombre?
– Ah, pues en la sala 2, pero… - Yo ya me estaba dirigiendo hacia allí, cuando me paró su tono de voz. - ¡Conan! ¿Qué estás haciendo?
– Me lo ha pedido Takagui. – Dije mientras me escabullía bien deprisa, porque tenía mucho que hacer y el tiempo se me echaba encima.
Por detrás de Sato, pude ver todavía a Takagui corriendo hacia mí y oír lo que decía.
– ¡Miwako! ¿Y Conan? – Dijo él mientras resoplaba.
– ¿Eh? Pues… - Dijo algo más, pero no lo entendí, porque ya había entrado en la sala 2, mejor dicho, en la antesala, pues todas las salas de interrogatorio estaban apartadas del resto del edificio. Con toda la calma que pude aparentar convencí a los polis que Takagui necesitaba las cintas y las grabaciones inmediatamente. Cogieron los aparatos, le quitaron las memorias y salieron hacia allá. Con más calma, abrí la puerta que llevaba al hombre que tenía contactos con la Organización.
Avance del
Capítulo 8 Los puntos flacos de la Organización (Amaretto)
Hace unos minutos esto era un lugar peligroso, pero el peligro era virtual, en ningún momento me sentí realmente amenazado. Ahora, simplemente ya no podía imaginar que hubiese estado en una de estas salas charlando con los inspectores Takagui y Sato junto a los niños de la Liga.
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Capítulo 7 Los puntos flacos de la Organización (Aquel hombre)
Después del caso del secuestro tuve que ir al hospital; esa maldita puerta me había roto tres dedos. Al menos eran los de la mano izquierda, pero… No podía estar triste, debía vigilar. La Organización iría a por ese hombre que sabía cosas y querrían matarlo. Yo debía protegerlo y averiguar que sabía. Hoy, era día de clase y aunque estuviese herido no pude convencer a Ran de quedarme en casa. Aún así, ella está muy preocupada por mí, e incluso me preparó mi cena favorita.
– ¡Conan! Corre, llegarás tarde a clase.
– ¡Sí! – Dije mientras me vestía.
Ella se puso de rodillas, para estar frente a mí, a mi altura y me abrazó.
– Conan, no te vuelvas a poner en peligro, ¿vale? – Dijo en voz baja. - ¿Y si vuelves al hospital? – Dijo con voz temblorosa. – No lo hagas, no querrás hacerme llorar, ¿verdad? – Dijo con los ojos rojos.
– Ran… Yo… - Me paré en seco. Quería decirle tantas cosas… - No, no quiero que llores.
Ella se puse de pie y sonrió tristemente.
– Corre, Conan, llegarás tarde.
Fui a la escuela caminando, de paso me encontré a Ayumi. Tuve que explicar muchísimas cosas a la Liga de Detectives Júnior esa mañana. Como por ejemplo, el porqué de llevar unas vendas y una especie de plástico duro que me enderezaban los dedos. Era muy aparatoso, pero al menos, el pulgar y el índice estaban sanos y salvos, todavía podía coger cosas, como si mi mano izquierda fuera una pinza. Durante el día, Ayumi se me arrimó mucho y casi la oí suspirar por sentarse en el sitio de Haibara, en vez de en el suyo. Haibara me ignoraba bastante, pero aún así me sujetaba los libros y era un poco más amable que de costumbre, aunque tenía un gesto inexpresivo, como si se encontrase a años luz de mí y de la clase de historia moderna. A la hora de comer tuve que insistirle a Ayumi que aunque me costase, yo mismo podía cortar el lomo que nos habían puesto, que no necesitaba ayuda con la sopa y que podía comerme el arroz con la mano derecha. Genta también insistió en que si me costaba comer lo que me habían puesto en el plato, él podía ayudarme a hacer desaparecer todo lo que había. Le di las gracias y rechacé la oferta. Mitsuhiko estaba muy callado, me miraba continuamente y casi pude percibir algo parecido a la envidia, aunque no recordaba que hubiese motivo alguno para ello. Estaba seguro que no envidiaba los picores que me producía el vendaje, que eran horribles. El día pasó lentamente entre las nuevas atenciones que recibía por parte de mis compañeros. Algunos me preguntaban qué me pasaba porque me apreciaban, otros querían firmarme la escayola (y dado que yo no llevaba escayola, sólo unas vendas inmovilizadoras no fue posible) y algunos sólo querían un chisme que contar a otros alumnos de la escuela. Descubrí que la señorita Kobayashi era una aprensiva y me dijo que si me ocurría algo no dudase en acudir a la enfermería y llamar a mis padres. Bueno, a Kogoro, ya que mis padres estaban a varios miles de kilómetros de aquí y yo estaba bien sin verlos. Porque mi madre es mil veces más aprensiva que la señorita Kobayashi. Hoy iría a declarar a comisaría por el secuestro. Mi testimonio no era importante, además de que sólo era un niño, pero el señor Yamagami estaría allí y yo conseguiría que cantase todo sobre la Organización. Sólo debía esperar a que pasase el día.
Ya habíamos salido de clase, y como prometimos ayer, la Liga de Detectives Júnior íbamos a casa del Profesor Agase a merendar. El Profesor no sabía nada de lo ocurrido ayer, pero confiaba que una explicación corta bastaría para que me ayudase. Agase nos trajo unos bocadillos enormes y cada uno comió el suyo, con un zumo de fruta y mucho entusiasmo. Cuando acabamos la comida, el profesor se levantó para recoger y yo me ofrecí a ayudarle. En la cocina, a solas le conté lo que pasaba y lo que quería que hiciese. Él aceptó, pero estaba la cuestión de Haibara. ¿Qué debíamos hacer con ella? Obviamente no podíamos ponerla en peligro, pero ella era más orgullosa que un gato y si le pedías que hiciese algo ella hacia lo contrario. Lo sabíamos, ¿pero cómo alejarla de la acción? No podíamos, simplemente no podíamos. Debíamos cubrirla ante los niños, los adultos, la Organización. Imposible. Aunque ella tenía la última palabra.
Al final, subimos al escarabajo amarillo del profesor, que tenía casi tantos años como él, en fila y eso me trajo un horrible presagio de un pelotón de fusilamiento. Horrible y acongojante. Fuimos hasta la central de policía. Todos. Sí, todos, cupimos 5 críos y un adulto en el coche, aunque eso ya lo habíamos hecho otras veces, al salir de camping. Llegamos y Agase aparcó cerca de la salida, escondido entre un monovolúmen gris y un Honda NSX, azul. Aunque esos colores no nos camuflaban mucho, nos tapaba un poco. Bajé del coche justo para encontrarme con el inspector Takagui de frente, al que había llamado previamente para que nos guiase por las instalaciones de policía. (Pese a que hemos estado tantas veces que Ayumi ya conoce la ubicación de todos los baños del edificio y Mitsuhiko sabe casi dónde se sienta cada inspector.) Antes de nada, bajé del coche y cerré la puerta rápido. Como acordamos, el Profesor los mantuvo dentro del coche mientras hablaba con Takagui.
– Conan, ¿qué haces aquí? ¿No vendrías a declarar con el señor Mouri?
– Sí, es que al final fui a jugar a casa del profesor con mis amigos y… - Dije con cara de niño feliz y despreocupado.
– ¿Te refieres a la Liga de Detectives? ¿Están aquí? – preguntó Takagui, más que nada asustado, mientras se inclinaba para divisar los asientos de detrás. Los niños se asomaron por la ventanilla y a Takagui le faltó poco para un ataque al corazón. – No creo que este sitio sea el más indicado para unos ni…
– Inspector Takagui… - Dije con voz inquisidora. – Si yo le prometo que los niños no saldrán del coche, ¿usted me hará un favor?
– Conan, los niños… - Lo corté de cuajo, antes de que pudiera echarse atrás.
– La Liga de Detectives siempre arma follón – Hice una pausa intencionada. – y seguro que al inspector Megure no le hace gracia eso.
La cara de Takagui reveló la verdad. Debía aceptar el trato. Últimamente me estaba volviendo un experto en el mundillo de la extorsión.
– De acuerdo, Conan. Pero que no salgan del coche.
– Vale. – Dije con voz triunfante.
– ¿Qué favor tengo que hacerte?
– El señor Yamagami, el que secuestró a ese niño… Quiero hablar a solas con él. Sin policías, ni grabadoras, ni nada por el estilo. Quiero hablar con él en privado.
– Conan, ¿estás seguro? Es un hombre peligroso.
– ¿De verdad? – Dije poniendo mi cara más adorable mientras movía delante de él mi mano izquierda, rota y vendada. Ironía a niveles extremos.
– Conan… - Dijo repentinamente más serio. - ¿De verdad quieres hacerlo?
– Sí. – Dije con el mismo tono. Luego sonreí de manera infantil. – Tranquilo, inspector, si pasa algo, chillaré y me salvarán.
Takagui asintió, resignado. Me lo había dicho y no podía echarse atrás, aún así, recordé el mal presagio así que me giré hacia él y le dije:
– Inspector Takagui… Vaya con muchísimo cuidado hoy. Créame, hoy estamos todos en peligro. – Luego me giré y me marché, corriendo, hacia la central.
Teóricamente necesitaba estar acompañado de un adulto para declarar ante la justicia. También necesitaba que un policía me escoltase hasta el lugar correcto, pero yo allí era demasiado conocido para que la ley no fuese un poco más laxa con un habitual. El inspector Chiba me acompañó hasta una sala, pequeña, dónde me tomaron declaración delante de otro agente, pues de todas maneras debían comprobar que no había coacción. Expliqué todo lo que supe, y conté como Kogoro había resuelto el caso. Lo conté todo con un zumo en mis manos, bebiéndomelo. Justo cuando los policías me pidieron que firmara mi declaración, junto con la firma del agente de policía que había estado presente, pedí permiso para ir al baño. Chiba se ofreció a acompañarme, pero yo ya sabía dónde debía ir. Salí de la sala y cerré la puerta con la inocencia de un niño y entonces me acerqué a Sato.
– Inspectora Sato, ¿dónde está el señor Yamagami, el secuestrador?
– ¿Conan? ¿No estaba Chiba contigo, tomándote declaración?
– Sí, pero inspectora Sato, ya ha acabado.
– ¿Ah, sí? Pues si lo ves dile que tiene que hacer los informes del caso del barrio de Yukushiro.
– ¡¡Sí!! – Dije, pero cambié el tono obediente al instante. - ¿Pero dónde está ese hombre?
– Ah, pues en la sala 2, pero… - Yo ya me estaba dirigiendo hacia allí, cuando me paró su tono de voz. - ¡Conan! ¿Qué estás haciendo?
– Me lo ha pedido Takagui. – Dije mientras me escabullía bien deprisa, porque tenía mucho que hacer y el tiempo se me echaba encima.
Por detrás de Sato, pude ver todavía a Takagui corriendo hacia mí y oír lo que decía.
– ¡Miwako! ¿Y Conan? – Dijo él mientras resoplaba.
– ¿Eh? Pues… - Dijo algo más, pero no lo entendí, porque ya había entrado en la sala 2, mejor dicho, en la antesala, pues todas las salas de interrogatorio estaban apartadas del resto del edificio. Con toda la calma que pude aparentar convencí a los polis que Takagui necesitaba las cintas y las grabaciones inmediatamente. Cogieron los aparatos, le quitaron las memorias y salieron hacia allá. Con más calma, abrí la puerta que llevaba al hombre que tenía contactos con la Organización.
Avance del
Capítulo 8 Los puntos flacos de la Organización (Amaretto)
Hace unos minutos esto era un lugar peligroso, pero el peligro era virtual, en ningún momento me sentí realmente amenazado. Ahora, simplemente ya no podía imaginar que hubiese estado en una de estas salas charlando con los inspectores Takagui y Sato junto a los niños de la Liga.
Everglo- Necesario para la organización
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Re: Fic de Detective Conan: Todos contra la Organización Negra (De Everglo, la loca)
¡¡¡Genial!!! ¡¡¡Esperando con ansias el siguiente!!! *__*
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